Camino francés: Vega de Valcarce-Tricastela

Ayer no podía caminar. Los calambres y pinchazos me impidieron siquiera moverme de la cama. Eso es lo que ocurre cuando no mides tus fuerzas y te lanzas a recorrer etapas dobles. Tras meditarlo a fondo durante unas horas, decidí que el Camino es gozo pero también es penitencia, de modo que, a poco que he podido mantenerme en pie, he decidido seguir adelante… ¡Y vaya etapa!

Hoy me enfrento nada menos que al Cebreiro. Para colmo de males, han subido las temperaturas y el calor va a ser, por decirlo moderadamente, intenso. La escalada comienza cinco kilómetros más tarde de haber dejado Vega de Valcarce y tras haber superado Las Herrerías. La subida de Saint Jean Pied de Port fue más dura, pero tenía las piernas frescas y la ilusión intacta.

Tanto he madrugado para evitar la horas de calor que afronto las primeras rampas cuando apenas amanece… Y he actuado sabiamente en todos los sentidos: el día de descanso me ha permitido recuperar fuerzas; el amanecer aún es lo bastante fresco como para que el sol se apiade de mí; y el paisaje que separa Galicia de El Bierzo es, con esta luz, sobrecogedor.

¡Galicia!

A kilómetro y medio de la cumbre, a la que se llega casi trece dolorosísimos kilómetros después de empezar a subir, entro en mi Galicia natal. Algo cambia en el ambiente y yo siento que voy a llegar, no sólo a lo alto, sino a Santiago de Compostela. Pase lo que pase.

(…)

Han sido tres horas y media de subida y me esperan del orden de nueve kilómetros hasta el Alto do Poio, y en plena de provincia de Lugo desde donde empieza una clara bajada hacia Tricastela, meta de la etapa de hoy. Recorro el rompepiernas y me preparo para el descenso, no sin antes avituallarme y reponer fuerzas.

Paisajes sobrecogedores

No sé si ha sido por la jornada de descanso o porque, como los deportistas me ha llegado un “segundo aire” ante a intuición de la meta, pero la subida al Cebreiro no me ha parecido tan temible –aunque tampoco ha sido un paseo, ojo- y el descenso hacia la meta, de casi quince kilómetros, me invita a dejar vagar la mirada por el maravilloso paisaje gallego.

Visito la iglesia de Santiago y el mesón de los peregrinos y me detengo a pensar que no voy a llegar a Santiago antes de que termine julio. Pienso en la posibilidad de doblar alguna etapa más. Le echo un vistazo a la hoja de ruta y me quedo dormido pensando qué hacer…