Por la ruta del Quijote

Que en España somos una panda de Caínes con más bien poca vergüenza y cero de aprecio por nosotros mismos es un hecho constatado desde tiempos de los Reyes Católicos, cuando Isabel y Fernando hicieron de Castilla y Aragón un solo reino, a pesar de las envidias y las intrigas de aquellos a quienes les importaba un cuarto de pimiento si era uno solo, diecisiete o un conjunto de taifas, mientras ellos pudieran medrar.

Desde luego, la evolución es mínima. Por no decir nula: si no fuera porque Iniesta, manchego él, juega en el Barça y la selección tuviera jugadores catalanes, España ya habría perdido parte de su territorio en pro de los intereses particulares de políticos que lo son sólo de título y gobernantillos meapilas adictos a los paños calientes y la pasta fresca.

Por la ruta del Quijote

Esta diatriba introductoria viene a cuento de que hace apenas unas horas que me he enterado, después de cinco años viviendo en La Mancha, que existe una “Ruta del Quijote”. Se trata de un camino que sigue los pasos del ingenioso Hidalgo.

Las huellas del Hidalgo

Es una especie de Camino Quijotesco que sale de Villanueva de los Infantes y que recorre lugares como Campo de Criptana, cuyos molinos confundió Don Alonso con Gigantes a pesar de las advertencias de Sancho; El Toboso: pueblo del ficticio nacimiento de Dulcinea. Por no hablar del entorno de la cueva de Montesinos y qué sé yo cuántos lugares más relacionados con la más grande de la literatura española y universal.

Pero la rabia que ahora mismo siento no proviene de la ignorancia (enorme en mi caso), sino de haber visitado muchos lugares de las tierras manchegas, de saber que cada uno de ellos guarda su tesoro, su historia, relacionada con Don Quijote y de haber descubierto que son muchos los que ignoran que el ficticio Hidalgo llegó de tal sitio y se fue a cual otro.

La culpa no es de quien no sabe

La culpa no es de quien no sabe, ignorante de su propia ignorancia, sino de personajes supuestamente cultivados que niegan saber porque sería compartir riqueza con el pueblo de al lado, que gobiernan los de otro color. Y, vale: yo tuerto, pero tú ciego.

Los manchegos, gente buena, noble, no se merecen esto: unos seres que se dedican a medrar a costa de sus conciudadanos y que, si para enriquecerse, han de empobrecerlos en el sentido que sea, no tienen problema en hacerlo.

Desde ya: consideremos la cultura como nexo, que lo que nos diferencia nos enriquezca y que lo que nos une nos haga hermanos, gracias a, o pesar de nuestros gobernantes.