El Coliseo de Roma: ayer y hoy de los romanos

Además de hacerlo en el espacio, hasta Roma, hoy viajaremos en el tiempo y nos detendremos en el año 72 de nuestra era. Nada menos. Ese fue el año en el que el emperador Vespasiano ordenó construir el anfiteatro más célebre del mundo.

Comenzadas las obras en el 72, el mayor anfiteatro de la Roma Clásica se terminaba sólo ocho años después, durante el mandato de Tito. Las dimensiones de esta mole alcanzaban, según el moderno sistema métrico decimal, 188 metros de longitud, 156 de ancho y 57 de altura.

Coliseo

Pero el Coliseo no se construyó para deleite del turista del siglo S XXI (Vespasiano fue un emperador con cierta visión de futuro, pero no tanta), sino respondiendo a otra necesidad. La clave está en un latinajo: “Panen et cicences”. Pan y circo:

¡Larga vida al emperador!

Ante las no siempre buenas condiciones de vida de la capital del imperio, el emperador debía temer constantemente por su trono y por su vida, pero pocos se atreverían a atentar contra él si éste tenía al pueblo a su favor ¿Qué hacer? Pues los romanos no pedían demasiado: que los mantuvieran alimentados (pan) y entretenidos (circo).

El caso es que funcionó, y el emperador falleció por causas naturales (una infección intestinal, curiosamente). Sea como sea, Tito, hijo mayor y sucesor de éste vio concluirse las obras de lo que entonces se bautizaba como Anfiteatro Flavio: más de 50.000 romanos podían acudir  sus espectáculos favoritos.

Cinco siglos de juegos

¿Cuáles eran estos espectáculos? Pues muestras de animales exóticos, ejecuciones de prisioneros, recreaciones de batallas, peleas de gladiadores… Y un cartel parecido durante más de 500 años, hasta que se celebraron sus últimos juegos en el siglo VI.

Durante muchos siglos, el Coliseo se ha abandonado ante saqueos, terremotos y hasta bombardeos en la II Guerra Mundial. Del mismo modo, se ha usado de iglesia, almacén, cementerio e incluso ha funcionado como castillo para residencia y solaz de nobles.

Un gran atractivo para Roma

Hoy en día, unos seis millones de turistas rinden visita a un monumento que, junto con el Vaticano, es el mayor atractivo de Roma. El siete de Julio de 2007 se declaraba a este edificio una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.

Como a cualquier otro monumento de su importancia, lo rodean una buena cantidad de anécdotas y curiosidades. Por ejemplo, debe su actual nombre a una enorme estatua de Nerón, erigida tras el incendio de Roma, “El Coloso de Nerón”. La inauguración del edificio se celebró con cien días de juegos, decretados por Tito, lo que supuso la muerte de unos 2.000 gladiadores.

Y así podríamos seguir durante líneas y líneas, hablando de un trozo de Historia universal por cuya entrada pagaremos un máximo de 12 euros. Es cierto que ver, lo que se dice ver, veremos pocas cosas, ahora bien, si conocemos algún retazo de Historia, sentiremos muchas

Esa ruta mereció la pena

Esa ruta mereció la pena, fue a un Pantano cerca de donde vivo. Los rayos de sol penetraban entre las pobres hojas de los árboles que había, las casas solariegas se adivinaban en el horizonte. Las viñas aportaban ese toque de color entre las rojas y amarillentas tierras, y al fondo, el Pantano. Todo lo que lo rodeaba quedaba grabado en sus aguas, no se veían difusas pues el agua estaba en calma, era todo tranquilidad.

Empezó a atardecer y el cielo se volvió anaranjado y en contraste con el amarillo del Pantano creaba una visión, sí ¿por qué no decirlo así?… onírica. Nosotros a oscuras, rodeados de un paisaje inolvidable, como si estuviéramos en el cine, un cine de sensaciones y silencio.

No sé cuánto tiempo estuvimos allí disfrutando del paisaje, hacía muy buena temperatura; una ligera brizna de viento corría de vez en cuando, a veces, como una pequeña corriente que te despierta de la obnubilación del momento.

Al lado del Pantano hay una venta abandonada, o al menos eso creo, dimos una vuelta, espiamos por las ventanas, saludamos por si había alguien… Fue como cuando éramos pequeños e intentabas colarte en ese cuarto que nuestros padres siempre tenían cerrado, o en los escondrijos de las casas de nuestros abuelos y tíos.

El sabor de los buenos momentos

Quien nos hubiera visto habría pensado que estábamos tontos… pero la verdad, no se me pasó por la cabeza, los dos hablando, de risas, haciendo fotos… ¡saboreando el tiempo! Son de esos momentos en los que se pasan las horas y ni te das cuenta, pero nos percatamos a tiempo de que estaba anocheciendo y decidimos seguir andando.

Seguimos la senda de vides y tras diez minutos llegamos, a una bodega. Es un recinto donde también un restaurante, una bodega museo y la bodega en sí. Era bonito todo aquello. El restaurante de dos alturas, acristalado que permitía ver todo lo que había en su interior.

En frente se veía la bodega museo donde podías ver y probar sus productos, también había artilugios y maquinaria utilizada para la producción del vino. Fotos, vídeos, curiosidades sobre el vino y la comarca. Finalmente a la izquierda, estaba la propia bodega. El recinto era precioso, todo en madera rojo vino y paredes blancas de cal, como las antiguas de la zona.

Todo ello tenía forma de herradura y, cuando te dabas la vuelta la visión era un camino de tierra rojiza y un mar de viñas a los lados, el camino de la salida. Y es que son este tipo de momentos los que me hacen pensar encarecidamente que las escapadas fugaces de la ciudad o de nuestro pueblo, aunque sea por unas horas, merecen siempre la pena.

Escapada cultural hogareña

El otro día me encontré a una amiga que hacía mucho que no veía. Cuando terminamos de actualizarnos, me contó el motivo de su visita a la ciudad, una escapada cultural-hogareña. El caso es que ella y tres amigas más quedaban en una de las casas de ellas y compartían , durante un fin de semana, sus aficiones, e incluso se las intercambiaban.

Cuando me contó eso, le tomé la temperatura , te tomé el pulso, para comprobar lo mal que estaba. Ella entre risas, explicó que no se trataba de un experimento ni de una locura, ya lo habían hecho más veces y era una experiencia. Cuéntame, ¿no?

En realidad es un fin de semana de campo: rutas por la zona por la mañana y comida en la casita de lo que cada una trajese. Después del cafelito y las infinitas conversaciones y copas, o no…pasaban a; una a pintar, otra a tocar un instrumento, otra a escribir poesía, otra restauraba o construía algo y todo lo que se hacía era dentro de un tema común… Bueno, no os lo he comentado, pero todas se dedican al arte.

Intercambio de roles

Me lo iba contando y yo me imaginaba ahí, en medio, no sé lo que haría, como me ponga a tocar algún instrumento, ¡el día que les iba a dar! Y se lo dije, que no veía ésa una actividad extensible a otro tipo de personas. Ella con cara sonriente comenzó a comentarme lo más interesante de la historia; a medida que iban terminando sus obras se cambiaban los roles.

Y sí… eso de no saber tocar un instrumento también lo experimentaron y sufrieron al principio, pero dice, que será el ambiente o la concentración, el dejarse llevar, no sabe, pero  al final salen melodías aceptables. Melodías, Poesías, pensamientos, dibujos, artilugios… Están así hasta altas horas de la noche, hasta que una a una cae rendida. Al día siguiente recolectan todo lo que han creado, lo comentan, hacen fotos y lo guardan cuidadosamente.

Obras compartidas

Cuando terminan su fin de semana se organizan para ir a lugares que les dejen exponer sus obras  ¿Los lugares? donde les dejan, la verdad:  bares, mini salas de exposición, cafeterías, salas privadas, tiendas, estaciones. Espero que tengáis mucha suerte y gente con ganas de crear se merece que les abran las puertas.

Me gustan las exposiciones, cuanto más raras mejor y le he prometido ir a ver alguna de sus exposiciones… Ya os contaré ese fin de semana cultural.