De alguna forma, desde León se intuye la aún lejana Santiago. Sea por el motivo que sea, la ciudad te anima a levantarte y a continuar el camino. No tiene una explicación racional. Sucede, y punto. Con esa sensación, una especie de alivio casi físico, me levanto y, a pesar de los callos y los dolores, retomo el camino.
En la trasera de la basílica de San Isidoro tomo a la izquierda y sigo por Suero de Quiñones hasta la plaza de San Marcos y avenida de Quevedo. Todo recto. Paso a vía del tren por un paso de peatones y casi sin salir de León he entrado en Trobajo.
En esta localidad, en la calle Sira tuerzo a la izquierda y llego a la carretera nacional, que atravieso para subir por la calle Camino de la Cruz. Una vez que atravieso todo el camino industrial, salgo la N-120, que me lleva al santuario de la Virgen del Camino.
Visto el templo, cruzo la carretera y, tras despistarme debido a la mala señalización, me oriento y tomo a la derecha. Camino hasta una bifurcación, cuyo ramal más recto es el que debo seguir y que es el que me lleva a Valverde de la Virgen y de aquí, tras un descanso, a San Miguel del Camino.
Como a siete kilómetros, está Villadangos del Páramo, donde repongo agua y como algo de fruta. Recupero fuerzas, pues aún me faltan unos cuantos kilómetros. Sigo adelante, sin abandonar la senda hasta San Martín del Camino, lugar en el que me resisto a finalizar la etapa.
Al cabo de algo más de una hora me desvío la derecha por Puente de Órbigo y Hospital de Órbigo. La localidad es punto de paso obligado de esta ruta jacobea, lo que hace de sus vecinos personas especialmente agradables y acogedoras.
Todo en Hospital de Órbigo tiene el sabor del Camino: desde el nombre en sí de la localidad hasta cualquier monumento o rincón. Tal es caso del antiguo albergue, en la plaza, en cuyo centro podemos ver un crucero.
Lo mejor de todo es la enorme cantidad de refugios que tengo para elegir, de modo que, casi al azar, me decanto por uno y, tras rendir visita a los rincones más importantes del pueblo, me retiro. Mañana hay más camino, más sol, más polvo… Y menos kilómetros hasta la ansiada Compostela.