Cuando era más joven trabajé algunas temporadas como camarero en lo que se suele llamar “el Norte”, aunque no sea ni la zona más septentrional de España ni sea el único norte español. En aquel tiempo ya hacía con cierta frecuencia este recorrido del que voy a hablaros ahora. Sin duda mis referencias no son las únicas válidas, muchas incluso habrán desaparecido, pero continúa habiendo mucho que ver y hacer.
Supongamos que nuestro punto de partida es Donostia o San Sebastián, una de las ciudades más bonitas de la península, y donde bien podemos pasar dos días entre La Concha y Zurriola, el Igeldo y el Urgull, el Kursaal y el Peine de los Vientos. Quien no ha estado en Donosti no sabe lo que se pierde. Recuerdo un bar bueno y barato junto a la estación de autobuses, yendo hacia el centro; pero no el nombre.
El día siguiente, la carretera nos llevará hasta Lekunberri, a medio camino entre Donosti e Iruña. Podemos hacerlo por la famosa A-15 si tenemos prisa; pero creo que merece la pena llegar hasta Tolosa y echarle un vistazo, y luego cruzar tranquilamente los pueblos de Lizarzta, Atallu y Betelu para hacer noche en el Hotel Ayestarán. La carretera es de esas desafiantes pero hermosas, y Lekunberri, un pueblo tranquilo pero con todos los servicios y el encanto.
Lekunberri está en el medio del camino
Desde Lekunberri podemos organizar una excursión de un día para recorrer la magnífica sierra de Aralar, un enclave precioso donde las rutas de monte no son difíciles, pero sí muy gratificantes. O recorrer la vía verde del Plazaola, que sigue el recorrido de una vía de tren abandonada entre nuestras ciudades. O simplemente chiquitear por el pueblo, picando Idiazábal y chorizo de la zona. A gusto.
Seguimos hacia el sur. Después de Irurtzun dejamos atrás el típico “euskopaisaje” para llegar a esa zona de transición entre cultura vasca y aragonesa que es Pamplona, o Iruña. Más fría que su prima vasca, más recia y no tan adornada, aunque no por ello menos distinguida, Pamplona encandila con su urbanismo provinciano pero funcional, su impresionante ciudadela, un centro antiguo pequeño pero con muchísima personalidad, paseos calmos como el de Sarasate.
En julio para disfrutar los sanfermines, en agosto para el festival de jazz de Donosti, en septiembre para el festival de cine, el octubre para gozar el otoño recogiendo hongos… En realidad, cualquier momento del año es bueno para hacer una escapada a esta zona tan acogedora y carismática como pocas de nuestra geografía. Comer, caminar, visitar, pasear, unos días tranquilos para quedarse con ganas de volver.