Venir a este mundo y marcharse sin haber visitado el Oceanográfic debería considerarse falta de respeto grave. Dentro de la valenciana Ciudad de las Artes y las Ciencias, nos hallamos ante el mayor de los espectáculos que podemos disfrutar proveniente de unos animales en cautiverio.
Es cierto que el acuario no se ha concebido como mero espectáculo. La verdad es que se pretende acercar el mar a los habitantes de la superficie, hacer que éstos lo conozcan y se emocionen con una riqueza que el ser humano está dilapidando. Pero, con todo, es un espectáculo delicioso.
Un paseo por todos los mares
A lo largo de la visita, conocemos el Mediterráneo, los humedales, los mares templados, cálidos y fríos, las islas, el Mar Rojo… Paseamos entre todo tipo de peces y mamíferos marinos… Podemos incluso asistir a un espectáculo fantástico, en el que los delfines demuestran su simpatía, inteligencia y fuerza y en el que los niños pueden incluso interactuar con estos animales.
Pero no podemos irnos sin antes destacar un par de puntos que el visitante no olvidará jamás: el pasillo subacuático, desde el que puede verse cómo es el océano por dentro y del que nos llevaremos grabada a fuego la mirada vacía y la insinuación de las fauces de los tiburones, por un lado y, por otro, un lugar que puede llegar a emocionar hasta la lágrima a los amantes más sensibles de la naturaleza:
Una escena inolvidable
Describamos la escena por su acción: Pleno Agosto valenciano. El calor húmedo se pega a la piel. Sudores por el mero hecho de respirar –con dificultades-. Entramos en el pabellón dedicado al Ártico… Esto es frescor y no el que prometen los enjuagues bucales. Y nos quedamos pasmados ante la agilidad de una descomunal morsa buceando en las gélidas aguas.
Embobados y con dificultades para cerrar la boca, seguimos la ruta y nos hallamos ante un tanque descomunal y… ¿vacío? No. Tras unos segundos se muestra ante nosotros una gigantesca mole blanca. Una descomunal y esquiva ballena beluga. Por increíble que parezca, no hay manera humana de sacarle una foto decente.
Joyas que estamos destrozando
Esa mirada simpática y esa eterna sonrisa no se están quietas un solo segundo. Va y viene por la pecera refrigerada, como si estuviera luciéndose, como si estuviera gritándonos en silencio a los humanos: “¡Mirad lo que estáis destrozando, estúpidos!”. Como si estuviera y aprovechara que está antes de que la torpeza del Hombre acabe por no dejarla estar.
Pero, por ahora, está. Aprovechemos que es así