Terminábamos el recorrido del último capítulo relajándonos en una fonda no lejos del castillo de Bellver, en Mallorca. Allí, con una cena de pescado (no hemos querido preguntar cuál: estaba bueno y basta) y un camastro limpio y libre de chinches poníamos el punto y aparte.
Un punto y aparte que recogemos en esta nueva entrega, mediante la que regresamos a tierras peninsulares, de clima más duro y paisaje menos amable, pero de gentes buenas y, digan lo que digan en otra regiones de carácter fácil, noble y amable.
La primera de las visitas de hoy la rendimos a una tierra que lleva el castillo y la bravura en su nombre. Tanto es así que se llama Castilla… y León. Nos dejamos caer en un lugar cuya frialdad y dureza se ve compensada por la bondad de sus gentes y visitamos el espectacular castillo de Coca, en Segovia.
El descomunal castillo de Coca
Esta maravilla es un castillo militar gótico mudéjar y supone una de las fortalezas más importantes de España, además de ejemplo de castillo señorial de la Castilla de sigo XV. Eso sí, hoy por hoy ha cambiado de uso y aloja la Escuela Hogar de Capataces Forestales.
En cuanto a la construcción en sí, está circundada por un foso de 560 metros de longitud que se puede atravesar mediante un puente fijo. El edificio es principalmente de ladrillo y posee dos recintos: el exterior, defensivo y el interior, cuadrado, con cuatro torres.
De estas cuatro torres, la del Homenaje conserva una fantástica escalera de caracol. También es de reseñar los dos cubos de ladrillo que defienden la puerta de acceso al castillo. Ya dentro, nos encontramos con el Patio de Armas, a cuyo alrededor están las dependencias, bajo una doble galería de columnas de mármol.
El delicioso (y poco útil) castillo de Butrón, en Gatica, Vizcaya
Aunque se haya remodelado en el siglo XIX, el castillo de Butrón, en la localidad vizcaína de Gatica data de tiempos de la Edad Media. Fue el marqués de Cubas el que decidió cambiar la forma de la construcción original.
La reforma se adaptó al estilo germánico, al que se sumó una buena cantidad de elementos de fantasía, de modo que el castillo de Butrón es más un capricho ornamental que un edificio útil para la vivienda o el uso tradicional de estos edificios.
Y como, aunque quisiéramos, el castellano no nos va a acoger en los aposentos reales, buscamos comida y catre en algún lugar cercano. Sonreímos y agradecemos la amabilidad, buen yantar y paz que ofrecen estas tierras y planeamos nuestra próxima etapa, que ya veremos dónde nos deja.