No es porque no nos haya pagado nadie para hacerlo (que no la han hecho), sino porque los destinos donde se puede llevar a cabo esta idea son tantos que seria injusto mencionar a unos sí y a otros no.
La sugerencia se apoya en la grandísima red de casas de turismo rural de las que puede disfrutarse apenas nos informemos un poco. Elijamos un destino, el que sea, siempre y cuando esté fuera de la ciudad, aunque no necesariamente alejado.
¿Ya? Bien. Llegamos al pueblo en cuestión. Cuanto más agreste sea el entorno, mejor para nuestros objetivos. Vamos a pasar, por poner un caso, ese fin de semana que deseamos que sea sólo para uno o, como mucho, dos.
Tomemos fuerzas y a disfrutar
Convenientemente descansados y tras un buen desayuno, (¿qué tendrá el campo, que nos abre tanto el apetito?) con la mochila cargada de lo imprescindible para pasar el día, saldremos a caminar. Como cada sitio tiene sus peculiaridades, sería ideal que algún buen conocedor del entorno nos informara o, llegado el caso, recurriésemos antes de comenzar el viaje a la biblioteca más grande del mundo, Internet.
Bien, ya sabemos hacia dónde ir ¿Qué buscamos? Pues lo que sólo puede contemplarse en tres sitios: en el zoo o jardín botánico; la televisión o vídeos; y, el mejor sitio sin duda, la Naturaleza. Buscamos las plantas, los animales, la fauna y flora en el más salvaje de los estados.
Respeto por aquello de lo que provenimos
En una mañana, y si sabemos ser silenciosos y respetuosos con el entorno, podemos ver desde conejos hasta águilas, según qué entorno elijamos. Es un verdadero placer descubrir que no tenemos por qué ser biólogos para ver truchas en un río, ciervos pastando –cierto es que en este caso lo tenemos más complicado por la naturaleza desconfiada del animal- o halcones peregrinos en el cielo.
Son tres las condiciones para que estos viajes nos enriquezcan: estar dispuestos sorprendernos por todo cuanto veamos –un lagarto puede ser bello, si no lo habíamos contemplado a tres metros-; informarnos previamente por cualquiera de las vías a nuestro alcance sobre dónde, qué y cómo buscarlo; y mantener un respeto reverencial por cuanto nos rodea, de lo que, queramos o no, somos parte. Y no siempre la más importante.
Esta escapada, tal y como la hemos sugerido es perfecta para adultos, pero también puede incluirse algún niño, siempre y cuando esté convenientemente aleccionado de qué hacer y qué no. Además, de esta forma, tal vez aprenda que la leche no proviene de las fábricas ni se siembra y crece en las estanterías de los supermercados. Aunque el peque yal o sabe… ¿verdad?