Vamos a ser sinceros: cuando nos preguntaban, de pequeñitos, a qué queríamos dedicarnos cuando creciéramos, todos hemos dicho en una u otra ocasión que nos gustaría ser astronautas. Luego, la vida se ha encargado de que cada cual viviera o dejara de vivir ese sueño de formas diferentes. Ahora, podemos volver a soñar.
No es que me falten destinos de los que hablar sobre el planeta –creo que eso siempre voy a estar “sobrado”-, sino que no me portaría verlos todos a la vez, al menos en una ocasión en la vida. Es por eso que se me ha ocurrido informarme sobre los viajes turísticos al espacio. De acuerdo: están muy lejos del alcance de mi cuenta bancaria, pero también lo estaba, hace sólo diez años, un ordenador como el que estoy utilizando ahora mismo para escribir.
Lo primero que se necesita para un viaje suborbital, a cien kilómetros de altura, es un entrenamiento intensivo de dos días, incluido en el precio de la experiencia. No sólo es una fase imprescindible, sino que va a enriquecer enormemente la aventura.
Una experiencia enriquecedora
Durante la rutina, nos vamos a familiarizar con el programa de vuelo, los sistemas críticos de la nave, operaciones de vuelo, nos acostumbraremos a la gravedad de cero, las aceleraciones en vuelo y los procedimientos de seguridad en lo que a vuelos espaciales se refiere. Además, el día del lanzamiento nos acompañará una tripulación especializada hasta que abordemos la nave.
Los motores de la nave nos llevarán por encima de los límites habituales de vuelo, hasta alcanzar los cien kilómetros de altitud. Allí, experimentaremos cinco minutos de ingravidez y podremos contemplar la curvatura de la Tierra o la negrura del espacio exterior, para regresar de nuevo a la posición inicial y comenzar el descenso a la Tierra, donde recibiremos la condecoración y la documentación formal que acredita nuestro vuelo.
Caro e inolvidable
Space Adventures es la empresa encargada de llevarnos al espacio, en un vuelo que, aun sin abandonar la órbita terrestre, dejará una huella imborrable en nuestra memoria. El vehículo está diseñado para ascender, suspenderse y descender automáticamente, sin necesidad de piloto alguno.
El precio de la aventura es de 120.000 dólares –sobre 91.000 euros-. De acuerdo: no es una cantidad que todo el mundo pueda permitirse por dos noches de hotel, un entrenamiento y una misión espacial, pero sí que significa que el sueño infantil de convertirnos en astronautas está un poco menos lejos.
Tal vez, dentro de una o dos décadas…