Querido guiri:

Querido John:

O Peter, Claus, Ivan o comoquiera que te llames, que tampoco es que me importe demasiado: ¿Qué me pasaría si me voy a tu país, ese en el que eres un pobre reprimido que no se atreve a decir una palabra más alta que la otra, y me da por hacer lo que tú haces en España?

¿Te imaginas que me voy a Londres, me emborracho más allá de lo indecente y me lío a aliviar la próstata contra tu puerta? O si me paso por San Petersburgo y me arranco a voces debajo del portal de tu mamá. Tal vez prefieres que, en Berlín pague el no haber ligado una noche sublimando mi masculinidad mediante el pateo sistemático al mobiliario urbano

Tú ya me entiendes.

Desigualdades

El caso es que si hago alguna de esas burradas, o una de un tercio de su gravedad en la escala Richter de gilipollez, lo menos que me pasa es que duermo en el calabozo, y si me pongo (más) tonto, lo hago calentito. No es el primer estudiante de Erasmus que tiene que explicarles a sus papás por qué se vuelve tan pronto de Manchester.

La raíz del problema es que cuando te vienes a España lo haces al país de la barra libre en todos los sentidos, a una sucursal de la más bananera de las repúblicas que, encima, tiene complejo de eso mismo, de modo que te dejan hacer el borrico a gusto, no vaya a ser que digan que yo hice que fingí que pareciera que coartaba la libertad del chico. Total: sólo estaba decapitando la imagen del santo patrón del pueblo. Libertad de expresión lo llaman en esos países tan aelantaos.

Espein is diferén

Sí, amigo Gilles, vente pa’España: te lo vas a pasar en grande con el flamenco, única música que conocemos, los toros, que llevamos atados con cuerdecitas por la calle, como si fueran perritos y la sangría, que brota de los manantiales al igual que en tu país lo hace el agua.

Caro Piero, ven, emborráchate y fáltanos al respeto cuanto quieras. Total, ya desahogamos la mala baba contra el guiri en la Guerra de la Independencia y, hasta dentro de otros dos siglos, no toca otra vez. Pobre Napoleón: para una bofetada que soltamos, va y le pilla en medio. Claro que lo suyo habría sido que nos invadiera desde Mallorca o desde Salou.

Nos habríamos reído y le habríamos invitado a otra sangría.

La aldea del Rocío, la magia de la peregrinación

La aldea del Rocío es un pueblito en Almonte, Huelva, de no más de 1.600 habitantes, pero que durante las fiestas del Rocío puede superar el millón de personas. Increíble pero cierto. La virgen del Rocío es motivo de devoción para miles de católicos, pero la romería supera en mucho a lo que es una creencia religiosa.

No todo el mundo que comienza una de las rutas de peregrinaje hacia la aldea lo hace por razones espirituales, si por algo es famoso este camino es por la fiesta que genera. Durante el día se camina, pero cuándo se para a la noche siempre quedan fuerzas para beber, cantar y bailar hasta que casi salga el sol.

Lo cierto es que menos dormir, en el Rocío se hace prácticamente de todo y siempre en grupo y con la animación y alegría que caracteriza al carácter andaluz.

A pie y en carreta

Las formas más tradicionales de emprender el viaje al Rocío es a pié y acompañados por carretas dónde se turnan para viajar las personas del grupo y se lleva la comida, la bebida y el resto de enseres para el camino. Algunas personas llevan caballo y acompañan a las carretas al trote suave, mientras que otros cumplen sus promesas haciendo todo el recorrido a pié.

Hay más de 90 hermandades que realizan la ruta, con numerosos miembros que viajan juntos. A la noche se pueden ver las carretas reunidas en una versión flamenca de lo que se veía de pequeños en las películas del oeste americano.

Hay muchas rutas, en función de dónde se salga para el Rocío, pero las más hermosas son sin duda las que atraviesan Doñana, Parque Natural de gran belleza.

Una tradición de muchos siglos

La primera ermita del Rocío se fundó en la época de Alfonso X El Sabio, aunque la actual es de 1755, construida tras la destrucción de la vieja ermita por el terremoto de Lisboa.

Y aunque hablemos de fiesta y de que son muchos los que hacen el camino por pura diversión no nos confundamos. La devoción está muy presente en las hermandades y en los habitantes de la aldea y para todos los que viven con fervor religioso los diferentes rituales es una experiencia inolvidable.

El primer ritual es la llegada de las hermandades a la aldea el sábado en el que se celebra la fiesta. Durante cinco días hay rosarios y procesiones, así como actos solmenes de las hermandades. Pero el más importante es cuando los mozos del Rocío saltan la verja para sacar a la virgen de la ermita.

No se sabe cuándo sucederá, no se anuncia con antelación y todos viven con expectación el momento, que marcará el comienzo de una procesión durante la cual la imagen visitará a todas las hermandades. Cada una de las cuales tiene una casa en la aldea. Durante esta procesión se viven los momentos más emotivos de todo el Rocío.

Todo acaba con la vuelta a de la virgen al altar y un atronador aplauso de los fieles. Es un ritual que ha sufrido variaciones a lo largo de los años y que en los últimos tiempos se ha tratado de que volviera a su origen tras modificaciones que hacían que, según los fieles, se estuviera perdiendo la esencia de la romería.

Zaragoza, una ciudad con historia (I)

A orillas del Ebro hay una ciudad en España que resistió como ninguna la invasión francesa de las tropas de Napoleón. Zaragoza la heroica supo defender el sitio con bravura y no es para menos porque, ya sea tópico o no, siempre se ha dicho que los maños son un poco “cabezotas”.

Sin embargo, no es esta forma de ser lo que más llama la atención al visitante, sino la inmensa amabilidad de los zaragozanos en los distintos comercios, bares, restaurantes o por la calle. Y es que es un gusto encontrarse con esta gente que bien dice la zarzuela que son “gigantes y cabezudos”.

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