En la piel de otros hombres

Hay un tipo de turismo que me encanta hacer: aquél que me permite imaginarme lo que ocurrió en unos u otros lugares. Me gusta pasearme por Bailén y por sus alrededores y visualizar una de las más famosas batallas de la Guerra de la Independencia, por ejemplo.

Pero no he empezado, a propósito, por mis sitos favoritos en este sentido, sino con un ejemplo de los muchos que podría poner, para dejar para el desarrollo de este escrito los sitios que, cada vez que visito, me atrapan en un viaje en el tiempo.

Uno de ellos es Toledo, donde me gusta comenzar a caminar desde la Plaza de Zocodover, ejemplo claro de cómo las tres culturas, podían convivir, por mucho que adorasen a Jesús, Yavé o Alá… para luego ponerme en el pellejo de un médico musulmán que sana a un cristiano, de un prestamista judío o de un cristiano perdido en la judería, diseñada con cien vueltas y revueltas en sus calles para que quien entrara sin conocerla sólo saliera de ella si sus vecinos así lo querían…

Lo que podría haber sido en otras vidas

Ya he confesado más de una vez mi debilidad por Córdoba y por su mezquita-catedral.  Y es que en ella llego a entrever a ese pobre cristiano atado a una columna hasta que abjurase y que, con la sola ayuda de sus dedos, talló una cruz en la piedra, o los romanos que hollaban los restos el mosaico que está al descubierto en el subsuelo del templo…

Tampoco es nada nuevo mi amor incondicional por Salamanca, donde me convierto (en mi imaginación, claro) en romano, caminando por su puente, en cartaginés que cuida elefantes o en un bachiller del Siglo de Oro sin más transición que pasar de una calle a  otra.

Ya está todo escrito (y cantado)

Me siento un poco como canta Joaquín Sabina en “La del pirata cojo”: “Al Capone en Chicago, / legionario en Melilla, / pintor en Montparnasse, / mercenario en Damasco, / costalero en Sevilla, / negro en Nueva Orleans, / Viejo verde en Sodoma, / deportado en Siberia, / sultán en un harén (…)”.

Sólo que en mi caso no necesito salir de España para sentirme “cartaginés en Cartagena, / judío en Toledo, / marinero en Cádiz, / peregrino en Santiago, / escritor en Gijón, /comerciante en Barcelona, / francés en Despeñaperros, / musulmán en Granada, / un rey en Madrid, / catador en La Macha (…)” ¿Sigo?