Conocéis los tópicos que comienzan diciendo “Hay dos tipos de personas en este mundo”, ¿no? A mí me encantan. Pues aquí tenemos otro. Con frecuencia se nos plantea en la vida la elección entre tirar por una autovía o coger por la nacional. Semejante decisión es en sí misma una diferencia fundamental entre dos formas de ser y ver la vida completamente encontradas.
De salida, hay que advertir que hay un grupo que parte con una ventaja numérica considerabilísima. Creo que huelga decir cuál de los dos, pero lo voy a hacer, por si acaso: casi todo el mundo prefiere la autovía. Y creo que también se me está empezando a notar que yo soy de los que me empecino en estar en el otro grupo.
Sí, de acuerdo, la autovía es más segura, más rápida, más barata (siendo gratuitas y si somos moderados con los consumos de combustible). Y tiene carteles brillantes y señales más grandes. Y seguramente más cosas que se me olvidan. Ventajillas sin importancia, amigos, fruslerías si las comparamos con las grandes virtudes de las redes nacionales (y secundarias, qué diablos) ordinarias. Porque una cosa es ir por la autovía, y otra, muy distinta, conducir.
La inigualable emoción del carril único
En la nacional, comarcal o lo que fuere, el contacto con el entorno es mucho más inmediato. Ni vallas de metacrilato, ni encajonamientos entre taludes de piedras colocaditas, ni nada de eso de dejar los pueblos perderse en lontananza. Con las nacionales verás los animales salvajes de cerca (a veces demasiado), conocerás los pueblos, sus costumbres y peculiaridades, sus rotondas y sus fiestas.
La manía generalizada de esa gente normal por ir por autovía hace de las rutas ordinarias excelentes vías prácticamente desiertas por las que gozarla dando rienda suelta al conductor silvestre que todos llevamos dentro. La única pega en este sentido es que no eres al único que se le ha ocurrido, así que aparte de tractores o tráfico local encontrarás otros silvestres. Ah, y a la Guardia Civil también les gustan.
Pero sobre todo, y ahora en serio, ¿por qué escoger un camino recto pudiendo hacer al camino, y no sólo al destino, protagonista de nuestro viaje? Si tenemos el tiempo, el clima lo permite y nuestro vehículo también, ¿por qué no desviarnos un poco, o un mucho, y perdernos en el mapa, la música o la buena compañía en el asiento de al lado?