Aunque no creo que nadie se conozca por completo a sí mismo y yo no soy ninguna excepción que confirme regla alguna, sé algunas cosas de mi forma de ser. Como el hecho de que, después de mis cumpleaños, durante dos o tres semanas, estoy más reflexivo. Un poco nostálgico, tal vez, aunque no triste.
Cambio de momento de tema: estamos en Navidades, tiempo, además de para la nostalgia de quienes no están y la felicidad de quienes sí, para que nos digamos “te quiero” más a menudo y pretendamos probarlo con regalos.
Aúno los dos párrafos anteriores: cada vez estoy más convencido de que los regalos de verdad, los que llegan al alma, no requieren que nos gastemos un sólo céntimo. Ese convencimiento brota de cómo me siento cada vez que te hablo sobre los lugares que conozco o sobre los que voy descubriendo.
Muchas gracias
No es que yo esté regalándote nada, sino que eres tú quien me hace el regalo más importante que alguien que vive de desgastarse las huellas dactilares con las teclas puede recibir. Eres tú quien completa lo que yo hago, leyéndolo y, por momentos, aunque imagino que fugaces, imaginándolo y sintiéndolo.
Todas estas horas, las de lectura de guías de viajes para saber por dónde empezar a contarte algo, las de avión –reconozco que no necesariamente pensando en escribir-, de coche, barco… Todas las horas en un atasco o de espera en un aeropuerto –reconozco que, desde que no se puede fumar, se me hacen eternas.
Por un 2013 lleno de kilómetros
Todas las veces que me he acordado, cuando ya había facturado el equipaje, de que me he dejado el libro que tengo a medias en la maleta o de que me iba a un lugar gélido y no llevaba una simple cazadora. Todas esas horas, todo, habrá valido la pena.
Si por un instante te has sorprendido tarareando un tango, te has imaginado el atardecer de Bali, has deseado sentir como el aire prístino de la montaña asturiana te llenaba los pulmones, deseado vivir los síntomas el síndrome de Stendhal, tocar las piedras Salamanca…, habrá valido la pena.
Por segunda ocasión consecutiva no te ofrezco un destino para tu viaje. Tiempo tendremos en 2013. Hoy, sólo quiero regalarte un texto en el que, más que en ningún otro, he puesto un trocito de mí mismo. Hoy, con la mochila llena y lista para el viaje y el corazón más lleno aun de agradecimiento, quiero desearte feliz año nuevo.