Es, o eso se dice, el pueblo de España –y probablemente del mundo- “con más metros de iglesia por cristiano cuadrado”. Chascarrillos aparte, la desmesurada riqueza monumental de esta pequeña villa orensana (un total de menos de seis mil personas en todo el municipio, de las que menos de tres mil viven en el casco urbano) está más allá de toda duda.
De ente la abundante arquitectura religiosa cabe destacar la iglesia de Santiago, románica; la de San Benito, de un barroco espectacular o el convento de Santa Clara y Museo de su Arte Sacra, fundada por Violante, la esposa del rey Alfonso X, por citar sólo tres de las construcciones.
Pero la religión no sólo ha dejado arquitectura en Allariz. También nos encontramos con tallas y obras, algunas de ellas únicas en el mundo, como es el caso de la “Virxe Abrideira” que se halla en el museo de Santa Clara. Un icono relacionado con los compostelanos del S XIII: una talla de la Virgen que se abre para dejar ver escenas de la vida de Nuestra Señora. Treinta y dos maravillosos centímetros de marfil.
Belleza por lo civil
Dejemos atrás, aunque apenas la hayamos rozado, la belleza del arte sacro alaricano y perdámonos en sus calles, pavimentadas con las piedras que formaban el antiguo castillo y que, merced a las desamortizaciones del siglo XIX, pasaron a ser el firme de lo que entonces era el caso urbano.
Cuando paseamos por Allariz, contemplando sus casas hidalgas de los XVI y XVII estamos pisando las piedras que hollaran los pies de Alfonso VI, Alfonso VII, Sancho IV o Afonso X El Sabio, quien compuso, por cierto, parte de sus Cantigas de Santa María en la villa.
Una belleza inacabable
Pero, por increíble o casi imposible que parezca, los atractivos de Allariz no acaban aquí: circundan a la población unos parajes naturales de bosques y campo dignos de la más bella de las postales, entre los que baja un río, el Arnoia que, además de dar vida al campo de su entorno, se ofrece, tentador y tranquilo a los que desean darse un baño. Y, apenas doscientos metros más allá, frío y caudaloso para los pescadores.
¿Qué si hemos terminado con Allariz? Apenas hemos empezado: faltan sus antiguos molinos de agua, sus curtidurías, museos, alojamientos, restaurantes… Y, sobre todo sus gentes, gallegos de pro, de esos que si les preguntan “¿Subes o bajas?” responden “¿No ves que tengo un claro referente delante y uno detrás?”, añadiendo, entre molestos y burlones, un “Carallo” como sólo los alaricanos saben decirlo.