Amigos, vengo hoy aquí a hablaros de mi última “escapada”. Y digo última no sólo hasta la fecha, sino porque es probable que nunca más vuelva a embarcarme en una empresa semejante. A algún iluminado del grupo de amigos (no me atrevo a señalar un solo culpable) se le ocurrió irnos unos días al monte. Y nada de un finde corto para probar. Nada, nada. Cinco días.
Día uno. Llegamos a Burbia, en los Ancares, en varios grupitos. La idea era hacer un poco de todo, un par de rutas, un vivac, una cena… De momento parecía que nos íbamos a vivir tres meses al desierto. Llevábamos de todo. Qué mochilas. Uno llevó una maleta de ruedas, no digo más. Total, que entre que llegamos, nos asentamos en la casa rural (cojonuda, eso sí) y vimos el pueblo, echamos el primer día.
Día dos. Ya nos levantamos tarde, porque por la noche hubo “galerna” y por la mañana resaca. Menos el madrugador, que ya estuvo cabreado el resto del día. Tras un desayuno-almuerzo tranquiiilo y ponernos de acuerdo se nos echó el mediodía encima. Total, que después de comer como bestias nos dimos un paseíllo (que está de moda) que a la mayoría nos supo a poco.
Una y no más, Santo Tomás
Día tres. Hoy sí nos levantamos relativamente pronto y nos fuimos a hacer una ruta muy conocida y asequible, al Campo del Agua, para complacer a todos. Cada uno a su ritmo, sin presión. Por supuesto, nos perdimos. Algunos. A los que llevaron móvil no les sirvió de nada sin cobertura. En fin, que fuimos apareciendo con cuentagotas (y eso que sólo éramos cinco) en la casa rural con las cabezas calientes.
Día cuatro. La noche antes nos reconciliamos con el mundo a base de kalimotxo y whisky. Ya todo parecía perdido por la mañana, así que nos lo tomamos con calma. Barbacoa (de esas larguísimas de preparar) bien regada, sobremesa (a eso de las seis) bien regada, y larga. Un par de nosotros bajamos al pueblo a no sé qué actividad. El resto quedamos inconscientes más bien temprano.
Día cinco. Y último, gracias a Dios. A mediodía dejamos la casa rural. Inexplicablemente, faltó comida y sobró bebida, así que otra vez a los coches cargados como mulas, como los urbanitas que somos, lo reconozcamos o no, con un humor poco consistente. Y otra vez la kilometrada padre, cada uno para su casa. Cinco días como cinco soles…