Tenemos la idea de que los castillos españoles eran todos demasiado sosos y espartanos. La verdad es que generalmente fue así y poco o nada tienen que ver con las maravillosas construcciones que se pueden visitar por toda Europa. Pero como en todo, hay excepciones y se pueden encontrar algunas construcciones que nada tienen que envidiar a los castillos más bonitos del mundo. Veamos tres ejemplos de construcciones magníficas de las que podemos presumir.
El castillo de Butrón
Está situado en Gatica, Vizcaya. Su origen es medieval pero lo cierto es que su aspecto actual no tiene demasiado que ver con lo que era el castillo cuándo lo habitaban los Butrón. En el siglo XIX el Marqués de Cubas decidió remodelarlo y construirlo a imagen y semejanza de los castillos germánicos.
Lo cierto es que lo consiguió y el resultado es una impresionante construcción que recuerda a los castillos de los cuentos. Eso si, por suerte la idea del marqués no era vivir en este edificio, pues su complicada arquitectura solo ha tenido en cuenta la estética, haciendo que sea un lugar muy poco habitable y cómodo.
Si crees que te has enamorado y que no te importaría soportar ciertas incomodidades con tal de vivir como en el final feliz de los cuentos clásicos de Disney estás de enhorabuena pues el castillo está a la venta.
El castillo de Oliete
Fue sede del Reino de Navarra y de hecho una de sus denominaciones más populares es la de Palacio Real de Oliete. Y es que la diferencia entre un castillo y un palacio estaba en sus fines y mientras que el primero era primordialmente defensivo, el palacio tenía como principal misión el ser edificio residencial como es este caso.
Su construcción comenzó en el siglo XIII aunque tuvo añadidos y diversas reconstrucciones. En 1937 comenzó su reconstrucción tratando de respetar su aspecto original, pero se trata de una obra muy compleja que aún no se ha terminado.
El castillo de los templarios en Ponferrada
Este castillo situado en Ponferrada, León, tiene una situación estratégica muy privilegiada. Se cree que originariamente había en el lugar un castro celta y que fue también zona de asentamientos visigodos y romanos.
Su parte más antigua es del siglo XII, aunque tiene partes de otras épocas y diversas reconstrucciones, las últimas realizadas en el siglo XX. En este castillo estaban asentados los monjes guerreros conocidos como templarios, que velaban por la seguridad de los peregrinos en el camino de Santiago.