Esta maravillosa isla es nada menos reserva de la biosfera, gracias a la magnífica integración que se lleva a cabo en cuanto al consumo de recursos, el cuidado del patrimonio natural y cultural y el desarrollo de una actividad económica que procura ser sostenible.
Y no es para menos, porque de punta a punta de la isla descubrimos lugares llenos de encanto. Desde pueblecitos de pescadores a playas salvajes en pequeñas calas. Además, Menorca rebosa historia y cultura por los cuatro costados.
Una cosa que no hay que dejar de probar, en cualquier viajecito a Menorca, es su sobrasada y su queso típico (el queso de Maó, que tiene hasta denominación de origen). En la isla se come de lujo y una de las cosas que más fama a dado a esta isla en lo culinario es la caldereta de langosta no solo por la gran tradición pesquera menorquina, sino porque en la bahía de Fornells hay uno de los mejores criaderos de este animal.
Ciutadella, cuidad señorial
Ciutadella es la antigua capital de la isla de Menorca. Está plagada de palacios señoriales, casas solariegas de piedra, calles adoquinadas y una gran catedral. En esta ciudad se respira la grandiosidad de la época medieval en cada rincón y por eso es uno de los sitios indispensables en la visita a la isla.
Además, si resulta que andas por aquí a finales de junio, podrás conocer unas de las fiestas de San Juan más curiosas y vistosas de España. Uno de los actos más conocidos es el de “El Jaleo”, que se remonta hasta el siglo XIV, donde los caballos de pura raza menorquines recorren las calles de la ciudad. Estos son dirigidos por la habilidad de los “caixers” que los levantan sobre las patas traseras mientras los más valientes se acercan para acariciar el pecho del caballo. También es muy conocida la carrera sobre las avellanas que tiene lugar el mismo día.
El puerto de Maó
Esta bahía de casi seis kilómetros tiene mucho que ofrecer al visitante. Un paseo por el puerto siempre es agradable y además, disfrutarás de unas vistas preciosas de la ciudad. Por la noche, es un buen lugar donde cenar en una terraza el sitio para poder ver la magia de las luces reflejándose en el mar.
En la bocana del puerto se encuentra la fortaleza de la Mola, que controlaba este enclave estratégico desde tiempos de Isabel II. Además, en la ladera norte del puerto, queda el recuerdo inglés de la casa del Almirante Nelson, donde vivió una apasionado romance con Lady Hamilton.