Cuenta la historia no escrita que en las hermosas calas de la península de la Torre a los pies del milenario faro que lleva el nombre de Hércules, llegaron las naves que acompañaban a Cayo Julio Cesar en su periplo para invadir y conquistar las islas de los Pictos y los Britanos.
Pero la historia dice…
No estoy seguro si esto fue así o no , pero si estoy seguro es que los romanos llegaron a la península de la torre en la Coruña de lo cual si hay referencias históricas escritas y debieron de quedar extasiados con la belleza que desde allí se contempla, mirando al nordeste la cálida y guardada Ría de Ares, al norte las piedras de cabo Prior que hay que librar para tomar el rumbo norte que lleva a las islas de las brumas o Britanas, al oeste las islas llamadas de las Sisargas que nos permiten tomar los rumbos del tercer cuadrante y enfilar el cabo Finisterre, al sur sureste una franja verde y arbolada con hermosas playas hoy enterradas por las piedras del puerto de la ciudad y en el lado contrario la coraza rompiente del Orzan apuntando al Oeste y rompiendo por la mitad las olas que entran directamente desde el Océano Atlántico dando resguardo a una de las más hermosas playas urbanas del mundo, la playa de Riazor.
Vivir en la coruña
Es La Coruña una ciudad llena de contrastes y de una belleza agreste y ruda como lo eran sus hombres avezados marinos que vivían del mar que los rodea.
El paso del tiempo convirtió a la ciudad en una pequeña capital de provincia con ¼ de millón de habitantes en un lugar cálido, tranquilo lleno de deliciosos y bucólicos rincones donde se respira el aire marino que llega de poniente y que refresca los días de verano y da calidez a sus días de invierno con unos habitantes entrañables y abiertos a los visitantes como corresponde a las gentes acostumbradas a recibir visitantes por ser su ciudad un puerto de mar.
Tuvo Cesar que suspirar cuando su Trirreme en boga firme y enfilando al Norte abandonó las tranquilas, aguas de la bahía de Crunia, cuál era el nombre romano de este pequeño establecimiento militar romano y comenzó a pensar en sus futuras batallas y conquistas con los hombres que pintaban sus caras de color azul .
Vivían en unas brumosas y frías islas en el Septentrión del extremo más occidental de Europa