Cantabria siempre me ha parecido una tierra atractiva, entre la montaña y el mar, con las mejores características de la franja cantábrica, tierra siempre acogedora y sobrecogedora. Esta semana vamos a irnos a la costa occidental de Cantabria, a pasearnos por las playas, contemplar los acantilados, conocer algunos pueblos de la zona e hincharnos a cocido montañés. Estableceremos en Comillas nuestra base de operaciones, por encontrarse aproximadamente en el medio de la región a visitar.
Esta villa comenzó a recibir el primer turismo de alta alcurnia que también visitaba Santander, San Sebastián, Biarritz o Niza, todavía en el siglo XIX. Eso confirió a Comillas un aire vagamente aristocrático y vacacional que contrasta con la gravedad tradicional propia de un puerto marinero. No por casualidad fue la primera población española con alumbrado público. Hoy alberga todos los servicios deseables; el bar Filipinas es un recomendable lugar para comer de forma sencilla.
Además, su peculiar geografía urbana alberga muchos puntos atractivos: el casco antiguo, en el que destacan las plazas de los Tres Caños y de la Iglesia de San Cristóbal; el sorprendente Capricho de Gaudí; el edificio de la Universidad Pontificia de Comillas; el romántico cementerio; los soberbios jardines del palacio de Sobrellano y varias mansiones y casas de verano postineras. Para comer mucho y bien vale la pena desplazarse hasta La Cigoña de Ruiloba.
San Vicente, Suances y Potes
Merece la pena pasar un día en San Vicente de la Barquera, que, aparte de la patria chica de Bustamante, es un delicioso pueblo costero. Está situado en la ría y estuario del Oyambre y en la puerta del parque homónimo, es la mayor población de la zona. Alberga un hermoso castillo, llamado del Rey, buenas playas, un bonito puerto de pescadores y grandes paisajes. Podemos aprovechar para llevarnos unas corbatas (dulces) de la cercana Unquera.
Suances, esta vez en dirección a Santander, es nuestro próximo destino. Por el camino podemos parar en Cóbreces y su recoleta playa. En Suances encontraremos, junto a la ría de San Martín (desembocadura del Saja-Besaya) una agreste costa batida por el viento y el mar, además de estupendas playas y un bonito conjunto arquitectónico, donde destacan en faro, las defensas del Torco y unas cuantas casas hidalgas.
Vamos a terminar viendo algo distinto, metiéndonos al interior, camino de Potes. Pueblo maravilloso, encajado entre montañas, niebla y vegetación, oscuro y enigmático. A espaldas de los Picos de Europa podremos callejear en los medievales barrios de la Solana o el Sol, entre animados puestos y bares, divisando la profunda historia lebaniega desde su puente y su torre.