Como os dije ayer, otra de las excursiones indispensables si estáis en Cancún es visitar Chichén Itzá. Está mucho más lejos que Tulum, en el estado de Yucatán, así que salvo que seáis aventureros y os informéis muy bien, en este caso os recomiendo que vayáis en una excursión organizada por el hotel. Además hay que atravesar puestos fronterizos vigilados por el ejército y si me intimidó ver los fusiles sentada en el autobús del hotel mirando por la ventanilla no quiero ni imaginar si se me acercan y me piden el pasaporte que había dejado en la caja fuerte de la habitación.
Como recomendación personal deciros también que os acosan los locales para venderos baratijas; y cuando digo baratijas empleo la palabra correcta ya que el 99% de los que venden está manufacturado aunque algunos finjan estar tallando madera o bordando tela. Nosotros compramos souvenirs,claro está, pero sabiendo que una estatua de escayola no es madera por mucho que lo juren ante el dios Kukulcán.
De todos modos, yo prefiero dar dos pesos de más a una persona que vende baratijas para comer a pagar 5 por un refresco en un bar de la zona de Cancún perteneciente a una multinacional.
Chichén Itzá
Hay dos interpretaciones del significado de Chichén Itzá, una de ellas lo traduce como «En la orilla del pozo de los brujos de agua» y la segunda «Serpiente Emplumada».
Chichen Itzá es impresionante, no me extraña que fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988. Fundada en el 525 a. C, ya en el siglo IX era un importante centro político que se consolidó con los años hasta convertirse en el principal centro de poder de la península de Yucatán hasta su declive por la conquista.
Cuajada de imponentes edificios en un inmejorable estado de conservación es difícil destacar algunos sobre otros: el Templo de los Guerreros, el Templo de las Mil columnas, el Templo de los Jaguares… aunque si tengo que elegir, me quedo con dos: el templo de Kukulcán y el Juego de Pelota.
El Templo de Kukulcán
Declarado una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno en 2007, el Castillo, como algunos lo llaman, es una pirámide de cuatro lados que termina en un templo rectangular. Con una altura de 24 metros, 365 escalones (uno por día del año) y un blanco deslumbrante, mirarla te hace sentirte pequeño. En la base de la escalinata hay dos cabezas de serpientes emplumadas que representan al dios Kukulcán.
Las escalinatas están construidas con un asombrosos conocimiento astronómico ya que consiguieron que durante el transcurso del día del equinoccio de marzo y de septiembre la luz vaya proyectando las sombras de las aristas de las plataformas o basamentos superpuestos de modo que parece que el cuerpo de la gigantesca serpiente-dios desciende reptando del cielo a la tierra.
Este dios, Kukulkán, cuya traducción es «Serpiente de Plumas», tiene semejanzas con la Serpiente Emplumada, culto relevante en Mesoamérica y relacionado con el viento, el agua y Venus. No obstante, hay indicios de que este dios fue real, un navegante que llegó del poniente por mar al mismo tiempo que los itzáes llegaron a Chichén Itzá, con rasgos nórdicos: «un hombre barbado , alto, de tez blanca, y rubio que vino a enseñar a los hombres las ciencias, astronomia y el arte», por lo que se especula sobre su origen vikingo.
El juego de la pelota
Según explica Felipe Solis en «México Desconocido», en el libro sagrado de los mayas se cuenta la leyenda de dos hermanos, Hunahpú e Ixbalanqué, representantes del lado luminoso del cosmos quienes debían enfrentarse a los seres de la oscuridad para evitar «la luz universal».Los hermanos retaron a los dioses de la muerte y bajaron al inframundo para jugar el juego de pelota o pok pok, llamado así debido al sonido que producía la pelota al golpear contra las piedras y contra los antebrazos o caderas de los jugadores. Tras un juego reñido, los dos hermanos fueron sacrificados para convertirse en sol y luna.
En todas sus ciudades representativas, los mayas construyeron canchas para jugar al pok pok y así conmemorar la hazaña de Hunahpú e Ixbalanqué. La cancha semejaba los planos celestes y los jugadores eran seres luminosos u oscuros. Unos jugaban contra otros golpeando la pelota con la cadera o los antebrazos buscando el predominio del sol o la noche hasta que uno de los jugadores realizaba un movimiento crucial y el juego terminaba. En ese mismo instante, era decapitado para evitar el fin del sol y la destrucción del universo.
La cancha de Chichén Itzá es la más grande y elegante de todas ellas: 168 metros de largo por 70 de ancho con muros decorados por simbólicas banquetas representando a los jugadores, anillos de piedra y gradas para los espectadores. Impresionante.