Mes: abril 2016
A Coruña, ciudad Cautivadora
Hace muchos años, entre unas amigas y yo decidimos visitar la comunidad de Galicia o por lo menos parte de ella, el tren salió de Chamartín en Madrid y, cogiendo vía, llegamos a Santiago de Compostela como base de operaciones, pero lo que nos dejó encandiladas fue el trayecto, ya entrando en esta hermosa región percibimos que sus verdes aunque de distintas tonalidades coincidían perfectamente entre sí, dejándonos sin habla.
Sus hermosas praderas, sus montañas, sus parajes, sus colores nos transportaron a una época no vivida, donde tanto las hadas como los duendes o las brujas podían aparecer en cualquier momento para saludarnos.
Al fin llegamos a Santiago de Compostela, como he mencionado antes, como base de operaciones, desde allí, donde íbamos a pernoctar durante algunos días en un hotelito barato pero muy coqueto y extremadamente limpio, planearíamos como serian parte de nuestras vacaciones.
Reponiendo fuerzas
Como habíamos llegado esa mañana y el trayecto aunque asombroso también fue un poco cansado, nos dispusimos a encontrar un restaurante para picotear algo, y encontramos uno pequeño pero muy acogedor donde su gastronomía no tenía que envidiar a los mejores restaurantes de la zona.
Como buena zona de mariscos, pedimos una mariscada para todas, acompañada de un perfecto vino albariño muy fresquito; y finalizanda con un postre típico de allí, del cual no recuerdo el nombre pero que me encantaría recordar, ¡estaba delicioso!
Po-las rúas
Después de este suculento banquete decidimos visitar algo de Santiago de Compostela, para bajar un poco la extraordinaria comida, paseando, hablando y parándonos a cada metro por sus callejuelas impresionantes y sin darnos cuenta llegamos a su catedral, que nos impactó sobremanera sólo por fuera. Decidimos entrar y su gran belleza arquitectónica nos dejó sin habla.
Al día siguiente decidimos ir a La Coruña en autobús y lo primero que hicimos es ir a una agencia de viajes para que nos dieran un folleto de los sitios más turísticos y visitados, pero para hacerlo nosotras mismas, o sea, ir a nuestro aire, parar dónde y cuánto tiempo quisiéramos.
Lugares inolvidables
Nuestra primera parada fue la “Torre de Hércules”, sabiendo que es el faro más antiguo del mundo y que aún está activo, nos dejamos cautivar por los paisajes (y el ventarrón) que se pueden ver desde esta hermosa atalaya, decidimos subir al faro (agotador) pero no importó, porque nada tienen que ver las vistas desde abajo, que son preciosas, con las vistas desde lo alto en el faro, que son magníficas.
Después fuimos por el Paseo Marítimo, con sus encantadoras vistas como postales marinas, como si fueran cuadros de acuarela.
Volvería una y mil veces
Al día siguiente nos fuimos a la playa y el problema era que no sabíamos a cuál ir ya que todas nos parecían preciosas y nos decantamos por la playa “De Las Adormideras”, increíble esta playa, y preciosa ¡que arena más fina!, después nos fuimos a visitar el “Museo de la Ciencia” (fenomenal), “la Casa del Hombre” (fantástico) y el “Acuario” (precioso), donde nos lo pasamos como si fuéramos crías.
Tengo ganas de volver a ver aquellos rincones gallegos donde mi imaginación se disparó sin que nada la frenara, bueno, solo la frenó el continuo parloteo de mis amigas, que me regresaron a la realidad.
Sevilla, una ciudad con color especial
Si hay una ciudad que merece ser visitada en nuestro país, esa es Sevilla. Con su color especial y su duende, Sevilla tiene un no sé qué que nos atrae. Aunque bueno, en realidad sí que sabemos lo que nos atrae. Son sus calles, su gente, su Giralda, su Semana Santa, su Esperanza de Triana y la Macarena, su calle Betis, su Puente de Triana, su feria de Abril…
Así podríamos seguir durante muchas horas haciendo recuento de todas aquellas cosas que nos atraen de Sevilla. Pero en lugar de hacer un recuento de los motivos por los que debemos ir, os propongo una cosa mejor: visitarla. Y es que una escapada por Sevilla es algo único que no se puede describir en pocas palabras.
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Visitar Sevilla en patines
¿Cuántas grandes ciudades españolas te quedan por visitar? ¿Recuerdas todas tus visitas? ¿Lo que vistes en cada sitio? Estas preguntas y otras preguntas me hice camino a Sevilla. Ya que suelo visitar la capital andaluza unas 6 veces al año.
Aunque este tipo de ciudades tienen mucha actividad, historia y tradición, es verdad que de tantas visitas, pierdes un poco el interés en cuanto a los monumentos, edificios y puntos clave en cuanto a turismo tiene.
La Giralda, el Parque de María Luisa, la Torre del Oro, su catedral…Y es que cuando conoces bien una ciudad, necesitas reencontrarte con ella desde otro ángulo o con la ayuda de otro medio.
Esta vez de proponemos una forma muy diferente de hacer turismo. Y como todas las visitas, siempre empiezan por elegir un calzado cómodo, ¿que te parece para esta ocasión unos patines?
Carril bici
Cualquiera que haya ido a Sevilla se habrá fijado en que por toda la ciudad hay personas que van y vienen montadas en bicicleta. Lo que ha hecho que sea el medio de trasporte preferido entre los sevillanos.
Debido e esto, se trazo toda una red de vías para poder circular de forma segura sin molestar a los peatones ni con el peligro de conducir entre coches. Estas vías son llamadas carril bici.
Además, el Ayuntamiento puso a disposición de todos los que quisieran, puntos de bicicletas, donde poder montarse y llegar a cualquier punto de la capital, comprometiéndose únicamente a dejar la bicicleta en otro estacionamiento de este servicio. Lo que hizo que a parte de trabajadores, estudiantes y demás viandantes, los turistas también se sumaran a el uso de bicicletas para conocer la ciudad más rápida y económicamente.
Rolleando por Sevilla
Hacia años que no se vea tantos roller por Sevilla. Definitivamente las características y condiciones de estos carriles bicis han hecho que muchos jóvenes y adultos desempolvaran sus patines formando incluso una asociación llamada Sevilla Patina. Siguiendo el ejemplo de la pionera en España, Madrid Patina.
Este tipo de iniciativa invita a todo el que quiera a unirse y redescubrir la ciudad trasportándose en patines. Actividades que se desarrollan más con el buen tiempo y que por motivos de temperatura, en verano se realiza por la noche con la llegada de “la fresca”.
Las rutas se desarrollan distintos puntos de la ciudad, centrándose en los lugares más emblemáticos, como son la Plaza de España, las Setas de Encarnación, el Casco Histórico… Y como no podía ser de otra forma y más en el sur, las rutas terminan siempre con unas típicas cañas y su característico picoteo.
Siempre Nueva York
Era el grupo español Mecano, con la deliciosa voz de Ana Torroja, el que decía que “no hay marcha en Nueva York”. Nosotros, sin embargo, nos quedamos con el crooner de los crooners, con el gran Frankie Frank Sinatra: “Que corra la voz, me marcho hoy. Quiero ser parte de ello: Nueva York, Nueva York”.
Eso es: independientemente de la “marcha” neoyorkina, que hay que saber buscar, Nueva York posee una especie de imán que te hace querer formar parte de la ciudad, seas norteamericano, africano o, como cantaba The Police, “un extranjero legal: un inglés en Nueva York”.
Pero, ¿qué tiene esta ciudad? ¿Por qué ese magnetismo en una urbe que, si comparamos con muchas otras tiene sólo la mitad de encanto? ¿Qué misteriosos gases emanan del Hudson que hacen que nos creamos que la Estatua de la Libertad es de verdad una señora que nos da la bienvenida a un lugar del que no querremos irnos?
The newyorker way of life
Tal vez sea la inocencia manchada de barro de sus dieciocho millones de almas, que creen en un sueño americano por y para el que trabajan a un ritmo frenético. Puede que tenga algo que ver la historia de una ciudad que no ha querido olvidar que en tiempos fue colonia y que está orgullosa a partes iguales de su independencia y de su pasado aborigen, francés, holandés e inglés.
Y es que ese es uno de los encantos de la urbe para la que se acuño el “I-corazón-NY”: el orgullo inocente y contra viento y marea de alguien que vive, y lo sabe, en el centro del mundo. Poco importa que los Giants o Knicks ganen o pierdan; tanto da que la ciudad sea, en ocasiones, un vertedero en muchos de los sentidos: el Hudson siempre será un arroyuelo primaveral y el Bronx un lugar pintoresco.
Reflejo de quien visita la ciudad
Ayudan mucho, claro, las caras de los turistas cuando se quedan embobados señalando que en aquél sitio tal actriz de dio un beso precioso a cual actor en una u otra película, o cuando alguien reconoce –no siempre de manera discreta- un edificio, un monumento, un rincón que ha visto, leído u oído.
El neoyorkino alimenta su orgullo del reconocimiento de su ciudad por todo el mundo. Se sabe, y nos remitimos de nuevo a la canción de Frank Sinatra, “parte de ello”. Parte de una estrella de cine, de la literatura y de la cultura, popular o elevada, de teatros, musicales, comentarios, medios de comunicación, camisetas y tazas de desayuno.
Tal vez por eso la ciudad se ha ido recuperando de una tragedia ocurrida hace ahora once años. Porque es el objetivo de todos los flashes. Porque una estrella no debe llorar en público. Porque quien va, vuelve. Y ha de regresar a una ciudad siempre luminosa, siempre dispuesta a dar la bienvenida, siempre sonriente… Siempre Nueva York.