El cañón del río Lobos está inmerso en el Parque Natural de su mismo nombre, entre las provincias de Soria y Burgos. Es un enclave magnífico que todas las veces que se visite seguirá asombrando y calando hondo en el alma.
El cañón es un macizo de roca caliza producido por la erosión del río Lobos con más de 25 km de longitud. Se puede optar a más de 15 rutas entre senderismo, visitas a cuevas, simas y torcas. O también ir por libre siguiendo el curso del río.
Las veces que he tenido el placer de ir hemos dejado el coche en el primer aparcamiento pasando el Centro de Visitantes. Desde ahí hemos ascendido el curso del río por las veredas que lo circundan, disfrutando del verdor de sus riberas repletas de chopos y sauces y del grandioso espectáculo de los nenúfares flotando en el cauce fluvial con sus grandes hojas de intenso color verde.
Grandes grutas formadas con paciencia
En contraste a la vegetación tan esplendorosa de la ribera se puede admirar las grandes paredes calizas que jalonan el fondo del paisaje, con sus oquedades formadas por el hundimiento de las paredes de las grutas que se han formado por años y años de labor paciente del agua filtrándose por las rocas hasta minarla.
Y entre la exuberancia de los márgenes del río y la falda de esas paredes rocosas podemos admirar otro tipo de vegetación más dura y acostumbrada a disponer de menos cantidad de agua. Árboles como el enebro, la encina, la sabina albar o el pino pudio, matorrales como la aliaga, el enebro y la gayuba, y las plantas aromáticas típicas del páramo castellano: el espliego, la salvia y el tomillo.
Idílico hábitat para rapaces diurnas y nocturnas
En cuanto a su fauna, el cañón es un refugio perfecto para los buitres y otras aves rapaces. En sus oquedades y repisas anidan totalmente a salvo de miradas indiscretas y así se ha convertido en un reducto de especies protegidas como las águilas real, culebrera y calzada. También para los halcones peregrinos, cernícalos, azores, y rapaces nocturnas como el búho real, el cárabo, la lechuza o el mochuelo se ha convertido en un estupendo lugar para vivir.
La cercanía del río ofrece también la proliferación de anfibios y peces, así como corzos, jabalíes, tejones, nutrias y garduñas. Y, por supuesto, la inmensidad de cuevas que podemos encontrar ofrecen un hogar perfecto para los murciélagos.
La presencia mágica de los templarios
Y caminando por tan idílico paisaje que combina el verdor con la impresionante majestad de la piedra caliza llegamos a un precioso remanso de paz en la falda de una de las paredes donde nos topamos con la ermita templaria de San Bartolomé, una preciosidad de arquitectura que no hay que dejar de admirar.