Altea como cura

Cualquiera que haya vivido en el secano de la Meseta Central vive soñando desde Septiembre en volver al mar. No sabría explicar qué clase de poder hipnótico tiene sobre nosotros, gente que lo más cerca que está de sus arenas finas es el los montones de tierra que se utilizan en las obras de construcción.

Así, esperando el momento, vamos creciendo con ese anhelo que muchos explican como la necesidad del ser humano en volver a sus orígenes. Algo que se ve frustrado cuando llegas a tu destino y, con una ironía que parece hasta cruel, te encuentras encerrado en la playa que llevas meses pensando.

Cientos de personas que al igual que tu sobreexplotan las costas españolas más relevantes intentando salir del estrés de su día a día, buscando tranquilidad y relajación en esta naturaleza marítima.

Altea, alma hippie

Por suerte aún quedan pueblos marítimos como Altea. Un lugar mágico en la provincia de Alicante, a unos escasos 11 kilómetros de la masiva Benidorm y que poco tiene que ver con esta y su turismo.

Altea nos ofrece un turismo purista, donde disfrutar de la suavidad del mar y la dureza de la montaña. Un remanso de paz y tranquilidad que ha servido como punto de referencia a hippies que huyeron de Ibiza buscando este contacto con la naturaleza más pura.

Altea coge su nombre de la palabra griega “Althaia”, que significa “yo curo”. Incluso su nombre nos indica los beneficios que nos da tanto a cuerpo y alma.

Mucho más que una playa

Aunque nos refiramos a Altea como un pueblo en verdad es una pequeña ciudad que consta de más de 24 mil habitantes. Un crecimiento que en los años 60´s se vio incrementados justo gracias al turismo del que vive la zona. La cual posee numerosos restaurantes. Es más, una de las cosas que más me impactó cuando la visité fue la calidad y precio de sus menús: no he comido en ningún sitio tan bien y a un precio tan bueno.

Gracias a este crecimiento y por su carácter bohemio, la Universidad de Miguel Hernández puso a disposición de la localidad la facultad de Bellas Artes. Por lo cual es fácil ver por sus calles un gran movimiento de alumnos dando rienda suelta a su imaginación y llenando de vida todos sus rincones.

El corazón en su casco antiguo

Aunque de origen más humilde que el de otras ciudades, Altea también posee un casco antiguo que encierra la historia de esta tierra conquistada por griegos, iberos, romanos y musulmanes. Hasta que fue conquistada por Jaime I de Aragón en 1279.

Coronando el casco antiguo tenemos la Iglesia de Nuestra Señora del Consuelo, considerada para muchos uno de los monumentos más famosos de la Comunidad Valenciana y símbolo de Altea.

No debemos irnos sin pasear por el Puerto Campomanes, el cual contrasta con el ambiente que reina en el resto de la localidad, dando un punto de glamour con sus grandes embarcaciones. Se ha convertido en punto de referencia en la Península por sus veraneantes (futbolistas y famosos que veranean allí) y por ser punto de paso del Meridiano de Greenwich.

Cambia tu destino y Altea cambiará tu vida.

Salamanca tierra mía, de arte y sabiduría (I)

No hay palabras para describir lo que ha significado para muchos esta ciudad. Algunos, hemos recorrido sus majestuosas calles con una carpeta entre nuestros brazos y hemos soportado el helador viento de invierno. Pero a pesar de todo, la recordaremos con cariño y aprecio, porque ha sido en ella donde hemos aprendido muchas de las cosas que más adelante nos han servido a lo largo de nuestra vida.

Unos de los lugares que no podemos dejar de ir es la catedral, repartida en dos, la nueva y la vieja, se han convertido en uno de los emblemas de la ciudad. Para aquellos que les guste la música coral, y tengan la oportunidad de escuchar algún concierto, enseguida se darán cuenta de que su acústica es perfecta.

Tampoco se puede dejar de ver la fachada de la Universidad y el patio de escuelas. En la primera es donde está la pequeña rana de la suerte. La leyenda cuenta que aquel estudiante que la encontrase acabaría la carrera con buenas notas. De piedra de Villamayor famosa en la zona, es uno de los puntos más importantes de la ciudad.

300 conchas, un tesoro

La casa de las Conchas se levanta ante la famosa Iglesia de la Clerecía en la calle Compañía. En estos momentos dentro de este monumento está una de las bibliotecas municipales de la ciudad en el que se organizan tertulias literarias, exposiciones…Cuenta la historia que debajo de las 300 conchas se guarda el gran tesoro de la familia Maldonado.

Su emblemática Plaza Mayor

Se dice que es una de las plazas más famosas y más bonitas del mundo, y en realidad, no puedo decir no sea verdad. Es una gran plaza, punto de encuentro de jóvenes y mayores, lugar para disfrutar del sol de primavera en una terraza, lugar donde suenan las tunas en las noches de verano… esa es la Plaza Mayor de Salamanca.

Ciudad monumental en sí misma

Se pueden dar miles de opciones para visitar, porque en una ciudad monumental en sí misma. Toda calle tiene su aquel y grandes edificios con miles de historias en su interior nos dan la bienvenida a nuestro paso.

Como el puente romano que se conserva en perfecto estado después de cientos de años, el huerto de Calisto y Melibea donde los enamorados se prometen amor eterno o la plaza de Anaya frente a la catedral, donde en los días soleados se unen muchos jóvenes para compartir una buena charla.

En la piel de otros hombres

Hay un tipo de turismo que me encanta hacer: aquél que me permite imaginarme lo que ocurrió en unos u otros lugares. Me gusta pasearme por Bailén y por sus alrededores y visualizar una de las más famosas batallas de la Guerra de la Independencia, por ejemplo.

Pero no he empezado, a propósito, por mis sitos favoritos en este sentido, sino con un ejemplo de los muchos que podría poner, para dejar para el desarrollo de este escrito los sitios que, cada vez que visito, me atrapan en un viaje en el tiempo.

Uno de ellos es Toledo, donde me gusta comenzar a caminar desde la Plaza de Zocodover, ejemplo claro de cómo las tres culturas, podían convivir, por mucho que adorasen a Jesús, Yavé o Alá… para luego ponerme en el pellejo de un médico musulmán que sana a un cristiano, de un prestamista judío o de un cristiano perdido en la judería, diseñada con cien vueltas y revueltas en sus calles para que quien entrara sin conocerla sólo saliera de ella si sus vecinos así lo querían…

Lo que podría haber sido en otras vidas

Ya he confesado más de una vez mi debilidad por Córdoba y por su mezquita-catedral.  Y es que en ella llego a entrever a ese pobre cristiano atado a una columna hasta que abjurase y que, con la sola ayuda de sus dedos, talló una cruz en la piedra, o los romanos que hollaban los restos el mosaico que está al descubierto en el subsuelo del templo…

Tampoco es nada nuevo mi amor incondicional por Salamanca, donde me convierto (en mi imaginación, claro) en romano, caminando por su puente, en cartaginés que cuida elefantes o en un bachiller del Siglo de Oro sin más transición que pasar de una calle a  otra.

Ya está todo escrito (y cantado)

Me siento un poco como canta Joaquín Sabina en “La del pirata cojo”: “Al Capone en Chicago, / legionario en Melilla, / pintor en Montparnasse, / mercenario en Damasco, / costalero en Sevilla, / negro en Nueva Orleans, / Viejo verde en Sodoma, / deportado en Siberia, / sultán en un harén (…)”.

Sólo que en mi caso no necesito salir de España para sentirme “cartaginés en Cartagena, / judío en Toledo, / marinero en Cádiz, / peregrino en Santiago, / escritor en Gijón, /comerciante en Barcelona, / francés en Despeñaperros, / musulmán en Granada, / un rey en Madrid, / catador en La Macha (…)” ¿Sigo?

Viajando contigo

Aunque no creo que nadie se conozca por completo a sí mismo y yo no soy ninguna excepción que confirme regla alguna, sé algunas cosas de mi forma de ser. Como el hecho de que, después de mis cumpleaños, durante dos o tres semanas, estoy más reflexivo. Un poco nostálgico, tal vez, aunque no triste.

Cambio de momento de tema: estamos en Navidades, tiempo, además de para la nostalgia de quienes no están y la felicidad de quienes sí, para que nos digamos “te quiero” más a menudo y pretendamos probarlo con regalos.

Aúno los dos párrafos anteriores: cada vez estoy más convencido de que los regalos de verdad, los que llegan al alma, no requieren que nos gastemos un sólo céntimo. Ese convencimiento brota de cómo me siento cada vez que te hablo sobre los lugares que conozco o sobre los que voy descubriendo.

Muchas gracias

No es que yo esté regalándote nada, sino que eres tú quien me hace el regalo más importante que alguien que vive de desgastarse las huellas dactilares con las teclas puede recibir. Eres tú quien completa lo que yo hago, leyéndolo y, por momentos, aunque imagino que fugaces, imaginándolo y sintiéndolo.

Todas estas horas, las de lectura de guías de viajes para saber por dónde empezar a contarte algo, las de avión –reconozco que no necesariamente pensando en escribir-, de coche, barco… Todas las horas en un atasco o de espera en un aeropuerto –reconozco que, desde que no se puede fumar, se me hacen eternas.

Por un 2013 lleno de kilómetros

Todas las veces que me he acordado, cuando ya había facturado el equipaje, de que me he dejado el libro que tengo a medias en la maleta o de que me iba a un lugar gélido y no llevaba una simple cazadora. Todas esas horas, todo, habrá valido la pena.

Si por un instante te has sorprendido tarareando un tango, te has imaginado el atardecer de Bali, has deseado sentir como el aire prístino de la montaña asturiana te llenaba los pulmones, deseado vivir los síntomas el síndrome de Stendhal, tocar las piedras Salamanca…, habrá valido la pena.

Por segunda ocasión consecutiva no te ofrezco un destino para tu viaje. Tiempo tendremos en 2013. Hoy, sólo quiero regalarte un texto en el que, más que en ningún otro, he puesto un trocito de mí mismo. Hoy, con la mochila llena y lista para el viaje y el corazón más lleno aun de agradecimiento, quiero desearte feliz año nuevo.

Preparar un viaje a África (I)

Decidido. Nos vamos a África. Visitaremos varios países. Pero en África… a la parte central del Continente Esmeralda, por poner un caso. Pero se trata de un viaje que debemos preparar a conciencia. África no admite improvisaciones.

Veamos: lo primero en lo que debemos pensar es en la documentación, con un pasaporte que tenga aún más de seis meses de vigencia. También debemos aportar, según el país, el carnet internacional de vacunación contra la fiebre amarilla para evitarnos problemas al cruzar las fronteras.

También hemos de añadir a la documentación unas cuantas fotos para los visados que tendremos que obtener en las diferentes fronteras, sin los que no podremos pasar. Cierto es que no en todas las aduanas nos las van a pedir, pero más vale ir prevenido.

Carnets y documentos de todo tipo

Por otra parte, si tenemos pensado alquilar coches sin conductor, es imprescindible llevar el carnet internacional de conducir: en muchos países africanos, los puestos de policía son muy frecuentes en las carreteras y, aunque no sea así en todas las zonas, más vale prevenir que curar –sí: repetimos la frase, e insistimos en que África no admite improvisaciones-.

Más documentos que no son imprescindibles pero que conviene llevar: el Documento Nacional de Identidad y, si viajamos con niños pequeños, el libro de familia. En principio, no son necesarios el uno ni el otro, pero tampoco ocupan demasiado espacio.

El botiquín

Como llevamos buena parte de este primer artículo hablando de prevención, no podíamos dejar de mencionar el botiquín que nos conviene llevar: en él, tiritas, un antiséptico, pomadas para picaduras, suero y, aunque no se ha demostrado tan eficaz como el agua de limón caliente, un antidiarreico fuerte.

Y, atención, lo que de ninguna manera debe faltar en el botiquín es el antimalárico. Por poco que nos guste hacer publicidad no pagada, hemos de recomendar el Malarone. Eso sí, conviene acompañar este tipo de medicamentos con un protector gástrico, habida cuenta de que suelen ser muy agresivos.

Vayamos pensando en abrir la maleta…

Nos dejamos para otra ocasión los diferentes útiles que nos harán la vida más fácil, así como el contenido que ha de llevar nuestra maleta. Ya te vamos adelantando, de todos modos, que será muy distinto del que te llevaste en tu viaje a París.

En cualquier caso, lo que siempre nos llevaremos, y que además no ocupa espacio, son las ganas de descubrir, la ilusión de descubrir un mundo completamente distinto, por cerca que vivamos de él.

Córdoba La Bella

Subo el volumen del CD mientras suena uno de los éxitos de Medina Azahara: “Paseando por la mezquita”. Estos cordobeses de pro, representantes destacados del rock flamenco han retratado como pocos la belleza de una de las ciudades que invita, por no decir que arrastra a volver a gozar de ella una y mil veces.

Ya que estamos “paseando por la mezquita” en ella comenzamos nuestro recorrido por Córdoba. Comenzaba su construcción en 786, sobre el lugar donde estaba a basílica visigótica de San Vicente Mártir y se fue ampliando durante el emirato y califato cordobeses. En 1238, se convertía la Mezquita en una catedral católica, tras la reconquista.

jardines

Finalmente, en 1583, se empezaba a construir una basílica renacentista de estilo plateresco en el centro del edificio musulmán, respetando, por extraño que resulte, buena parte de la construcción árabe. Un respeto y una convivencia que muy bien pueden interpretarse en los versos de la canción que ahora mismo escucho: “Nos fuimos en silencio / con una esperanza nueva / de resurgir en el cielo / unida nuestra bandera”.

Calles estrechas y con encanto

Como las guías turísticas y los libros de arte son abundantes, no entraremos a describir en profundidad un monumento que para entenderlo hay que vivirlo. Seguiremos, si embargo, paseando por las estrechas calles que circundan a la mezquita-catedral, nos tomaremos un salmorejo a su sombra  gozaremos del río, patios y museos.

Entre restos arqueológicos de diversas culturas que tuvieron el sitio por su hogar, como romanos o árabes, no acercamos a otro de los puntos más concurridos: un oasis en el verano andaluz y una reserva de belleza suficiente para abastecer a todo un planeta.

La belleza por la belleza, los jardines del Alcázar de los Reyes Católicos

Se trata de los jardines del alcázar de los Reyes Católicos. Una espectacular muestra de lo deliciosamente caprichosa que puede ser la Humanidad cuando se conjugan poder y buen gusto. Posiblemente, diseñados  y construidos a partir de la época de Abd-al-Rahman II, se trata de una extensión verde con abundancia de agua, plantas y, por supuesto, obras de arte de todo tipo.

Una costumbre que está creciendo con fuerza en la ciudad califal es la de que las parejas recién casadas acudan a estos jardines a fotografiarse. De este modo, no es extraño que, paseando entre árboles y albercas, los turistas se topen con tres o cuatro parejas en plena sesión para su álbum de boda.

Córdoba la Bella, la Histórica, la Monumental…

Córdoba es una ciudad plena de Historia, rincones, monumentos, anécdotas, leyendas y, sobre todo, belleza. Se trata de un lugar al que no se le haría justicia visitándolo sólo durante un fin de semana. Es más: sólo disfrutando de sus casas y calles durante una vida puede apreciarse el encanto de la población.

Lástima que nadie sea profeta en tierra propia y que quien vive rodeado de belleza raramente la disfrute.

Baiona: un paraíso dentro del paraíso

Enclavado en las Rías Baixas gallegas, a apenas unos kilómetros de Vigo y a unos pocos –en otra dirección- de Portugal, Baiona tiene el privilegio de ser una villa donde se siguen ciertas tradiciones pesqueras, a la vez que se puede disfrutar de un ambiente de fiesta espectacular en un lugar dentro de cuyas calles puede todavía respirarse cierto aire medieval.

Vayamos por partes: quienes no sepan qué son o dónde están las Rías Baixas, han de localizarlas al Noroeste de España y suroeste de Galicia ¿Ya? Pues deje de mirar el mapa y póngase en camino, que los paisajes, gentes, gastronomía y variedad de actividades de la zona son maravillosos.

Baiona

Un pueblo pesquero, turístico e histórico

Una vez que sabemos dónde estamos, adentrémonos en lo que es –más bien era, con excepciones- un pueblo pesquero, de lo que dejan constancia un muelle donde siempre se encuentra algún pescador de caña a la buscas de “luras” (calamares); y una lonja que aún funciona, tanto para Baiona como para los pueblos limítrofes.

Es un lugar con Historia –sí: con mayúsculas-, como lo demuestra el antiguo castillo, convertido ahora en parte de la red de Paradores de España y, sobre todo uno de los más importantes reclamos turísticos, no ya de la población, sino de todo el entorno: la réplica de la Pinta, una de las tres carabelas con las que Colón llegó a a India y que arribaba de vuelta a la bahía de Baiona a finales del Siglo XV.

Fiesta y belleza

Hablábamos también de un lugar de ambiente inigualable, algo de lo que saben mucho los hosteleros de la zona, que ven cómo se llenan sus locales, sobre todo en verano, con turistas de todas las regiones y nacionalidades. En ese aspecto, es, también una zona de esparcimiento de muchos jóvenes de la vecina Vigo.

Hablando de hostelería, el buen manjar gallego es proverbial: mariscos, pescados y, en menor –poco menor- medida, carnes se alían para que los paladares disfruten de unos días de fiesta. La variedad de restaurantes, tantos en tipos como en calidades y precios es también grande.

Una Baiona para cada uno

Y finalizaremos –antes o después había que hacerlo- con las muchas actividades que se celebran o tienen su origen en Baiona, como las visitas al parque natural de las islas Cíes o la posibilidad de navegar hasta una batea, saber cómo se cultivan y tratan los mejillones y, a la vuelta, disfrutar de un plato de tal molusco acompañado de vino de la zona.

No cerramos el capítulo de actividades del mismo modo que no cerramos el de atractivos de la zona, ya que en Baiona, en las Rías Baixas, en Galicia… cada cual es muy capaz de averiguar qué y cuándo le apetece hacer.