Al sur de Granada

Con este título seguro que tanto los lectores de novelas, como los más cinéfilos, reconocen que estamos hablando de la localidad granadina de Yegen. En plena Alpujarra de la Sierra. Aunque por su situación, casi es azar que no pertenezca a la provincia de Almería.

Este increíble pueblo típico, salto a nivel mundial tras la novela de Gerald Brenan, bajo el título “Al sur de Granada”, en la cual el escritor inglés hablaba de sus vivencias en esta localidad en los años 20.

Proyecto que empezó para seguir la ruta de los bandoleros hasta que llego a Yegen. Un lugar que le cautivo de tal forma que fijo durante años allí su residencia, algo que le sirvió para borrar los horrores de la Primera Guerra Mundial y, de esta forma, inmortalizar este entorno rural de tradición y costumbres en plena 2º República Española.

Su historia

Como la mayoría de los pueblos de Andalucía, sobre todo de Granada, tras la expulsión morisca, en el siglo XVI. Yegen es un pueblo de descendientes en su mayoría repoblados del norte de España. Concretamente Galicia.

Un ir y venir de gente que de igual forma vio mellada su población sobre todo en pleno siglo XIX y XX debido a lo que se llamó “hacer las Américas”. Un fenómeno que al igual que en otros pueblos de España, Yegen también sufrió hasta bien entrados los 80, aunque con destinos más diferentes, como Alemania o Suiza.

Por suerte, gracias al libro del escritor inglés, son muchos los turistas británicos, holandeses y alemanes que no solo quisieron conocer aquella tierra que liberaba de los horrores de la guerra, sino que quisieron también ser parte de ella. Comprando propiedades, reformando y rehabilitando el pueblo.

En la actualidad, el pueblo de Yegen se ha fusionado con los de Mecina de Bombarón, El Golco y la cortinaja de Montenegro, formando el municipio de Alpujarra de la Sierra. Lo que hace que tengan más garantías y más oportunidades.

Algo que no puedes dejar de ver

Aparte de la belleza de su entorno característico rural, el cual aún se mantiene. Es importante ver la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús, que se cree que anda entre el paso de los siglos XVI y XVII, y que pertenece al estilo mudéjar. Al cual le falta su torre, destruida en la Guerra Civil.

En cuanto al entorno natural, encontramos el Peñón del Fuerte. Una grandiosa formación rocosa que tapa la entrada de una cueva. La cual dice la leyenda que mandaron tapar, ya que esta contiene el tesoro escondido del rey moro.

Si estás pensando ya en visitar esta tierra, te aconsejamos que lo hagas los días 2 y 3 de Enero, ya que encontraras las fiestas del Niño Bendito, patrón de la localidad. Una oportunidad única para ponerte las botas con su “Pucherico” y su “rosetas”, mientras bebes y bailas durante todo el día.

Yo estuve en Cancún y regresé para contártelo VIII: consejos finales

Éste será el último artículo que dedique a Cancún, no porque esta zona no cuenta con otras maravillas que merecen ser visitadas, sino porque, como indica el título, os he hablado desde mi experiencia personal ampliándola con un poco de información extra. Continuar leyendo «Yo estuve en Cancún y regresé para contártelo VIII: consejos finales»

El pasmo por el pasmo: el Arco del Triunfo

Junto con la Torre Eiffel, y en dura pugna con ella, el Arco del Triunfo es el monumento más representativo de París. Los cincuenta metros de alto y la base de cuarenta y cinco por veintidós recuerdan, la manera de los antiguos arcos de triunfo romanos, las victorias del ejército napoleónico.

La obra tardó treinta años en finalizarse, desde que Napoleón ordenara llevarla a cabo en 1806, tras la victoria de Austerlitz hasta que ésta se construía y terminaba durante el mandato de Louis Philippe. Por cierto que el arquitecto del faraónico arco fue Jean François Chalgrin.

Arco del Triunfo

Entre los acontecimientos que ha presenciado el parisino Arco del Triunfo cabe destacar tres: el paso de los restos mortales, en 1840, del hombre que lo solicitó, Napoleón Bonaparte; y los desfiles militares de ambas guerras mundiales: en 1919 el primero y en 1944 el segundo.

La Tumba del Soldado Desconocido

En la parte inferior del monumento, en su base, se halla la Tumba del Soldado Desconocido, un recordatorio levantado en 1921 en el que una llama siempre encendida recuerda a cuantos soldados franceses perecieron en la Primera Guerra Mundial y nunca se logró identificar.

En los cuatro pilares que sostienen el arco pueden verse grabados los nombres de las batallas ganadas por los ejércitos de Napoleón, así como los de 558 generales, de los que algunos murieron en combate, motivo por el cual sus nombres figuran subrayados.

Unas vistas impresionantes

Aunque tenga una altura de casi doscientos metros menos que la Torre Eiffel, las vistas desde la parte superior cortan la respiración de cualquiera con un mínimo de sensibilidad. No nos llamemos a engaño: París es una ciudad muy viva, muy dinámica y hallarse en la confluencia de doce de sus principales avenidas es un espectáculo del que todos deberíamos tener ocasión de disfrutar.

También merece la pena subir al arco por el ángulo privilegiado desde el que apreciaremos lo Campos Elíseos y el Barrio de la Defensa. Para subir, hemos de entrar al arco y trepar por los doscientos sesenta y ocho escalones (no son tantos, si pensamos en la recompensa) que separan el suelo de la terraza. Además, en el interior también existe un pequeño museo y podemos aprender algunos de los datos sobre la construcción del monumento.

Un acceso peligroso

Un consejo importante: para alcanzar el sitio de la Plaza Charles de Gaulle donde se halla el Arco, debemos usar los pasos subterráneos que salen desde varias avenidas: es muy arriesgado cruzar una calle cuya rotonda es una de las más peligrosas del mundo, tanto para peatones como para coches.

Rutas de España

 Una de las mejores formas de visitar un país es hacer sus rutas (normalmente ya programadas) de la forma que más guste como en moto, en coche, en bicicleta, caminando o de la forma más tradicional, viajar en avión o en tren y después averiguar cuál de esas rutas más nos conviene hacer y disfrutar.

En España la variedad de rutas que nos ofrece es muy extensa, un abanico de posibilidades para recorrerla y disfrutarla, tanto por sus paisajes, hostelería, gastronomía y mucho más.

Aquí os ofreceremos algunas de las tantas rutas que existen en nuestro país, comencemos pues, a describir alguna de ellas.

Rutas o Caminos de la Lengua Castellana, en este recorrido se descubrirá la cuna de la cultura escrita y leída que a muchos emociona visitando Alcalá de Henares, Ávila, Salamanca, Valladolid, Santo Domingo de Silos y San Millán de la Cogolla, donde se podrá observar y sentir sus maravillosas calles, monumentos y obras, sin descontar su particular gastronomía.

Rutas de los Nazaríes, en este recorrido adentra al visitante a una historia esplendida del reino de Granada visitando Baeza, Úbeda, Jaén y Granada donde el visitante podrá desplazarse a una época en la que convivían musulmanes y cristianos, en luchas territoriales.

Sorprender mucho más

Rutas Vía de la Plata, en este recorrido de gran importancia por su excepcional legado histórico y artístico, donde se crearon ciudades, templos, acueductos, en tiempos inmemorables, empezara desde el sur, precisamente en Sevilla y seguirá la visita por Mérida, Cáceres, Plasencia, Béjar, Salamanca, Zamora, Benavente, Astorga, León, Oviedo y finalizando en Gijón, ofreciendo al turista toda la maravilla de estas hermosas ciudades.

Rutas o Caminos de Sefarad, en este recorrido el visitante tendrá una información privilegiada de tiempos muy lejanos donde pueblos, culturas y religiones formaron la geografía urbana de la península de aquella época, podrán visitar Ribadavia, Besalú, Tudela, Toledo, Jaén, Monforte de Lemos, Girona, Tarazona, Hervás, Oviedo, Barcelona, león, Plasencia, Estella, Tortosa, Segovia, Cáceres, Calahorra, Palma, Ávila y Córdoba, esta ruta o camino enseñara al visitante las juderías más destacadas de la historia.

Estas son alguna de las rutas o caminos que podéis hacer para saber, aprender y disfrutar un poco más de nuestra tierra, donde nos maravillaremos de las historias que nos relatan, de los paisajes que se tornan ante nosotros con su increíble belleza y se podrá saborear de los mejores manjares de cada zona y después de una largo recorrido poder descansar en algunos de los cómodos y confortables hoteles del lugar.

Caravana, dulce caravana

Son una estupenda opción para irse de camping, cómodas y prácticas. Suelen resultar, además, una idea muy buena, por económica, a la hora de conocer el mundo, pero, ¿podríamos vivir en una caravana? En éstas que aquí presentamos, sí.

Comencemos por el último de un ranking de cinco de estos vehículos (suenan, con eco, los altavoces)… “En quinto lugar, el refugio del sibarita, el palacio de la comodidad… ¡La Tabbert paganini 655 DF!” De diseño vanguardista y un interior en el que prima la comodidad esta caravana cuesta en torno a 40.990 euros.

caravana

“La cuarta posición es para el sultán del camping, la estrella del descanso: la Dethleffs Globetroter XXL Premium Liner”, un verdadero capricho de perfección alemana y elegancia en todos los sentidos. Por no hablar de que se halla en la cúspide de sector de las caravanas, con un precio, eso sí acorde a este hecho: a partir de 155.000 euros.

El medallero

“Tercera posición y medalla de bronce para la reina del mar y la montaña, la viajera incansable, la casa móvil: la PhoeniX Top-Liner”. Basadas en el chasis de los famosísimos camiones MA TGL, esta maravilla americana representa el lujo por el lujo, a cambio, eso sí de 219.000 euros.

“En segunda posición, medalla de plata y aplauso de oro para un bello monstruo, para una corredora infatigable y, a la vez un hogar cómodo  acogedor. El clásico: la James Cook Westfalia”. Tras más de medio sigo adaptando furgonetas, la casa alemana ha ido acumulando experiencia en elaborar los productos más codiciados del mercado. Ésta es la heredera de tal tradición. Lo es, además, por el precio de 87.000 euros.

¡La número uno!

Carraspeo. Atavoces que se acoplan. Crujido con eco por toda la estancia. Redoble de tambor. “La campeona, la número uno, la reina del camping, la mejor compañera de la familia, el orgullo de los papis y amiga de los nenes: la número uno y medalla de oro indiscutible: ¡¡la grandiosa Hymermobil Clase S!!”

Se trata de un auténtico, ya que no palacio, chalet con ruedas, con absolutamente cualquier detalle necesario par el mayor confort y alguno superfluo, de esos que se llaman “lujos” y que al fin y al cabo sus dueños se merecen. Aunque sea descortés habar del precio de esta maravilla, diremos que ronda los ciento treinta y dos mil euros.

Hemos presentado cinco caravanas de lujo, cinco maravillas de la carretera y la acampada, pero, si nos paramos a buscar, seguro que daremos, como poco, con otras tantas mucho más asequibles y, desde luego, cómodas y acogedoras.

Sin ánimo de hacernos los suecos

En principio, la capital de Suecia, Estocolmo, no se halla entre los destinos más demandados por los turistas. Al menos no se percibe como un lugar del que todo el mundo habla como sitio perfecto para unas vacaciones. Y puede que sea así, pero eso no significa que no sea un magnífico punto al que viajar.

Continuar leyendo «Sin ánimo de hacernos los suecos»

Escapada cultural hogareña

El otro día me encontré a una amiga que hacía mucho que no veía. Cuando terminamos de actualizarnos, me contó el motivo de su visita a la ciudad, una escapada cultural-hogareña. El caso es que ella y tres amigas más quedaban en una de las casas de ellas y compartían , durante un fin de semana, sus aficiones, e incluso se las intercambiaban.

Cuando me contó eso, le tomé la temperatura , te tomé el pulso, para comprobar lo mal que estaba. Ella entre risas, explicó que no se trataba de un experimento ni de una locura, ya lo habían hecho más veces y era una experiencia. Cuéntame, ¿no?

En realidad es un fin de semana de campo: rutas por la zona por la mañana y comida en la casita de lo que cada una trajese. Después del cafelito y las infinitas conversaciones y copas, o no…pasaban a; una a pintar, otra a tocar un instrumento, otra a escribir poesía, otra restauraba o construía algo y todo lo que se hacía era dentro de un tema común… Bueno, no os lo he comentado, pero todas se dedican al arte.

Intercambio de roles

Me lo iba contando y yo me imaginaba ahí, en medio, no sé lo que haría, como me ponga a tocar algún instrumento, ¡el día que les iba a dar! Y se lo dije, que no veía ésa una actividad extensible a otro tipo de personas. Ella con cara sonriente comenzó a comentarme lo más interesante de la historia; a medida que iban terminando sus obras se cambiaban los roles.

Y sí… eso de no saber tocar un instrumento también lo experimentaron y sufrieron al principio, pero dice, que será el ambiente o la concentración, el dejarse llevar, no sabe, pero  al final salen melodías aceptables. Melodías, Poesías, pensamientos, dibujos, artilugios… Están así hasta altas horas de la noche, hasta que una a una cae rendida. Al día siguiente recolectan todo lo que han creado, lo comentan, hacen fotos y lo guardan cuidadosamente.

Obras compartidas

Cuando terminan su fin de semana se organizan para ir a lugares que les dejen exponer sus obras  ¿Los lugares? donde les dejan, la verdad:  bares, mini salas de exposición, cafeterías, salas privadas, tiendas, estaciones. Espero que tengáis mucha suerte y gente con ganas de crear se merece que les abran las puertas.

Me gustan las exposiciones, cuanto más raras mejor y le he prometido ir a ver alguna de sus exposiciones… Ya os contaré ese fin de semana cultural.

¿De verdad Castilla es ancha?

Dice Ortega y Gasset: “Castilla es ancha y plana, como el pecho de un varón; otras tierras, en cambio, están hechas con valles angostos y rendondos collados, como el pecho de una mujer”, si no me falla la memoria en España invertebrada. Si sí me falla, qué le vamos a hacer…

No seré yo quien niegue la belleza literaria del entrecomillado, ni pienso puntualizar desde el punto de vista de la geografía o de la política a afirmación de don José. Jamás lo uno ni lo otro. Pero, desde el punto de vista de la orografía, tengo alguna que otra puntualización: Castilla no siempre es una meseta plana, donde la vista se pierde en el infinito.

No es la primera vez que afirmo y presumo de mi origen gallego, del mismo modo que no lo es que agradezco la adopción que en una y otra Castilla me han ofrecido. Y, tal vez por ello, por mi vida entre valles y montes, cuando llegué, con catorce años escasos, a León y vi que mis ojos miraban al horizonte y la Meseta se asemejaba al mar y se juntaba, plana, con el cielo, recodé la cita, que ya por entonces había oído en algún lado.

Una cita en tela de juicio

Como El Bierzo o la zona norte de León es un área fronteriza, seguí dando por buena la frase de Ortega. Y, la verdad, a esas edades no te paras demasiado a pensar en estas cosas.

Ya mayor de edad, en Salamanca, me llevaron a conocer La Alberca, Sotoserrano, Miranda del Castañar… Pueblos, todos ellos, serranos y castellanos (y leoneses, si nos ponemos precisos). Algo no encajaba ¿Esa era la planicie que mencionaba el filósofo?

Naturalmente, sé que el Sistema Central divide a la Meseta en dos, pero, con todo, vamos a obviar ese espinazo montañoso y hablar de las supuestas llanuras que están al norte y al Sur. Bueno, no: al norte ya he dicho que mi percepción cambió al conocerlas sierras salmantinas.

Don Quijote en bicicleta

Pero, ¿y al sur? ¿Podía Don Quijote haber recorrido La Mancha en bicicleta más cómodamente que a caballo? Es posible. Pero Cervantes tendría que haberse ahorrado, por ejemplo, el pasaje de los molinos, puesto que estos, para aprovechar el viento, se construían en alto

… Altos y altozanos que jalonan las tierras manchegas, por no hablar de diferentes sistemas montañosos que, por modestos, no estudiábamos en la escuela: la serranía de Cuenca, los Montes de Toledo, las Sierras de Alcaraz y Segura… Lugares todos ellos merecedores por sí mismos de un artículo aparte.

Un artículo que tendrán, aunque sólo sea por poner en tela de juicio una afirmación tan comúnmente aceptada.

Las desventuras de un dominguero (IX)

Lo cierto es que la cosa no tenía tan mala pinta. Pero, chico, cuando se trata de mí, no puedo fiarme. No puedo. Y punto. Mira que el parque temático de Warner Bross está a pocos kilómetros de Madrid, tan cerca que casi no llega a la categoría de excursión. Pero, nada: que es salir de casa con la idea de relajarme un poco y que me pase de todo.

Vamos a ver: resulta que, para celebrar que Nelson había encontrado uno trabajo de portero en una discoteca y una habitación en casa de unos compatriotas –esto último, no sé por qué, no le sentó bien a mi esposa-, decidimos pasar un sábado en familia en el parque temático. Lo mismo podíamos haber decidido pasarlo jugando al Trivial, pero no: esta gente quiere salir de casa. En fin.

A primera hora

Total, que salimos prontito, para no tener problemas con el aparcamiento. O esa era idea: el nene que no encuentro mi visera de Mickey Mouse (pero, ¿para qué la quieres si nos vamos al territorio de la competencia? Si es que te encanta provocar); la nena que llora porque le da miedo el Demonio de Tasmania (mira: eso es algo que tenemos en común); la mami buscando un gorra, consolando a la chica y ordenándome que me aparte, que ya que no ayudo, tampoco estorbe.

Total: salimos de casa a las once y media (no sé por qué, pero no me extraña). Llegamos a la explanada que sirve de aparcamiento para La Guarner y nos toca dejar el coche de modo que casi tenemos que llamar a un taxi para alcanzar las puertas.

Engullendo diversión

Cuando llegamos a la taquilla, nos damos cuenta de que nos hemos olvidado de los códigos promocionales, de modo que hemos de pagar el precio completo de la entrada. Bueno: al menos no nos hemos dejado la cartera en casa. No sería la primera vez.

Tras permitir que nos echen un vistazo a la mochila y que nos digan amablemente que no podemos entrar con concomida, engullimos los bocadillos empujándolos con Cocacola. Entramos. A los chicos se les olvidan todos los males y quieren subirse a todo, probarlo todo y dejarse la voz en cada grito penetrante de “Mira, mami, vamos ahí”.

Quién me mandaría a mí…

Después de trotar durante dos horas y pico a paso ligero, mi esposa y yo nos decidimos a subirnos a una de las atracciones: una especie de sofá gigante que te pone cabeza abajo y te mueve de todas las maneras posibles.

Salgo con la comida que he engullido justo en la traquea. Pero lo niños, crueles, no nos permiten un respiro y nos obligan a corretear detrás de los espectáculos, desfiles y atracciones. Basta. No puedo más. El medio grito nos sale al unísono a mi mujer y a mí. Con el permiso de los chicos, nos bebemos un refresco.

Cae la noche, gracias al cielo

De nuevo a correr. Ni que fueran a desmantelar el parque mañana mismo. Por fin llega la hora del cierre. Es una lástima que los niños no tengan carné, porque mi respectiva y yo nos habríamos ahorrado arrastrarnos hasta el coche que, por otra parte, yo juraría que nos habían cambiado de sitio y estaba como cinco kilómetros más allá.

Llegamos a casa. Les damos la cena a los chicos. Hala. Todos a dormir.

Ha sido un día complicado: debo de haber perdido como diez kilos de tanto correr, creo que voy a tardar como una semana en digerir lo que he comido y que, por cierto, casi se me sale por las orejas en aquella atracción infernal.

Música, ruido, niños gritones y maleducados que casi me permiten entender a Herodes… Pero lo peor de todo, lo que me ha molestado, por no decir cabreado profundamente es que… Me ha encantado la experiencia. A ver si volvemos pronto.

Las desventuras de un dominguero (IV)

Ahora que van cayendo las primeras nieves, me vienen a la cabeza mis primeras vacaciones blancas. ¡Y qué recuerdos!… Ya desde pequeñito apuntaba maneras. Debía de andar yo por los diez años, cuando mis padres me anunciaron, un miércoles, que nos íbamos de fin de semana a la nieve. Me alegré una barbaridad.

Pero llegó el viernes y me llevé el primer chasco: no íbamos a ir a Baqueira Beret. Yo, que había fantaseado los dos días que nos separaban del ansiado “finde” con conocer a las Infantas –entonces, en los ochenta, Cristina de Borbón era mi mujer ideal y Elena era… bueno, era-, mientras auxiliaba a Don Juan Carlos de su enésima lesión de esquí.

Las desventuras de un dominguero (IV)

En fin. Lástima. Pero no iba a dejar que el no conocer a mi mujer ideal me desanimara… ¡Que me iba a la nieve! Cuando llegamos, ya había anochecido, de modo que mi padre decidió que sería buena idea cenar y dormirnos pronto.

Los excesos se pagan

En cuanto a la primera parte, sin problema: como a mi padre le gustaba hacer los viajes del tirón, por si acaso el SETA Parda que conducía se paraba y no volvía a arrancar, me quedé sin merienda. Cené como el pequeño salvaje que estaba hecho.

Pero la cena, no sé si por el cambio de agua o porque me cené todo lo que no me había merendado, más la cena, más el desayuno y almuerzo del día siguiente por si no me daba tiempo a comer, me sentó bastante mal.

Suerte de servicios médicos

No sólo yo pasé una mala noche, sino que también lo hicieron mis padres y un malhumorado médico de la estación, más acostumbrado roturas y luxaciones que a un niño con una indigestión de mil demonios. En fin: que nos dormimos a las cinco.

Las desventuras de un dominguero (IV)

A las ocho sonó el despertador, pero las escasas horas de sueño hicieron que no nos levantáramos hasta las once. Cuando íbamos camino del telesilla, con unos esquíes alquilados, mi cara hacía juego con la nieve circundante.

El más mínimo fallo podría ser fatal

Y debí pasar de pálido a cerúleo cuando vi cómo remontaban las pistas: si aquel palo que se suponía que debía ir entre las piernas erraba el tiro podía pasar que me convirtiera en uno de esos castratti que estudiábamos en clase de música… O que no pudiera volver a sentarme con naturalidad en clase alguna.

Tras no pocos lloros, accedía a remontar la pendiente. Y, una vez arriba, fue peor: sólo veía una manera de bajar. Y no me gustaba. ¿Deslizarme por una ladera sobre dos tablas? Eso se le daba bien a los Fernández-Ochoa, pero no era mí, que aprecio demasiado mis articulaciones y una cara que, aunque no es bonita, es funcional.

Si Peret me hubiese visto…

Más lloros. Tantos que el escaso desayuno que había conseguido ingerir acabó manchando la impoluta nieve. No entiendo cómo no provocamos un alud al sumarse mis sollozos a los gruñidos malhumorados de mi padre.

En fin, que tras varios litros de lágrimas cayendo en la nieve (seguro que Peret habría compuesto una buena canción: “uuuuna lágrima cayó en la nieeve”) me decidía a probar a deslizarme, con los esquíes en cuña, como me habían dicho.

Nueve coma ocho metros por segundo al cuadrado

La sensación de ingravidez, de libertad, de fluidez fue absoluta… Durante diez metros, que fue lo  que tardé en poner los esquíes en paralelo. Envalentonado por llevar varios segundos sin caerme, decidí que era hora de ganar velocidad. Qué sabe un niño de diez años que ha suspendido Ciencias Naturales de la gravedad y de sus nueve coma ocho metros por segundo al cuadrado.

Penguin Peak summit. Chugach Mountains, Alaska

Las últimas palabras antes de despertarme en el hospital fueron “¡¡Que alguien quite de ahí esa árb!!… ¡uf! Cuando me desperté, ya en planta, lo hice chillando “¡¡…Boooool!!”, completando la frase que un pino inoportuno y maleducado había interrumpido.

Un extraño despertar

Era martes. Me había perdido un par de días de escuela y, encima, como los médicos confundieron mi alarido con que había cantado un gol, decidieron que sería buena idea que me visitara la estrella del equipo de la ciudad, que casualmente estaba ingresado por una torcedura de bota, o algo similar. A mí. Que de fútbol sólo sé que los jugadores se depilan las piernas.

Yo temía el enfado de mis padres por haberles chafado el fin de semana, pero, cuando vieron que su hijo abría los ojos y la garganta con tal entusiasmo, decidieron que un chico de tanta energía y gracia no merecía que permanecieran enfurruñados demasiado tiempo.

Un beso para papá y otro para mamá

Aunque no acabe de venir a cuento, he de decir que en ésta y otras ocasiones mis padres se portaron como verdaderos santos. De hecho, sólo he visto a mi padre enfadado de verdad una vez:

La única ocasión en la que mi progenitor no dejó al Santo Job por un histérico fue cuando, al año y pico de todo aquello, cuando yo empezaba a recuperar la forma física tras rehabilitarme de una muñeca, una pierna y cuatro costillas rotas alguien dijo que deberíamos ir a celebrar mi salud a Baqueira Beret, a ver al Rey y a las Infantas.

Ese alguien pagó la furia de mi padre cenando sopa por Nochevieja, en el hospital, con pajita. Desde entonces, prefiero que las vacaciones sean en la playa y con buen tiempo.